Editorial

Conflicto sin salida

La nueva alzada bélica entre Israel y Hamas está por cumplir 20 días, lapso en el cual ha cobrado más de medio millar de vidas, la mayoría de ellas de palestinos. El mundo asiste poco menos que impávido, por la falta de acciones concretas, y estupefacto por lo cruento de los cruces, en especial los israelíes debido a su capacidad armada, a esta nueva guerra que no parece tener final, en la cual pasó también una reciente participación con intenciones mediadoras del Papa Francisco, quien tuvo reunidos a los líderes de Israel y Palestina en la propia sede del Vaticano.

Si bien las instancias bélicas comenzaron con precisión el martes 8 de julio, en realidad la chispa que encendió este nuevo desenlace cruento tuvo lugar el 12 de junio, al ser secuestrados tres adolescentes judíos y aparecer luego sus cadáveres arrojados en una zanja. Como respuesta, casi de inmediato, extremistas judíos asesinaron a un joven palestino en la ciudad de Jerusalén, lo cual no hizo otra cosa que precipitar los acontecimientos, que fueron incrementándose con el correr de los días, adquiriendo proporciones realmente impensadas, con más de 500 civiles como víctimas fatales, gran parte de los cuales niños y adolescentes.

Toda esa región es sin dudas un polvorín, en el verdadero sentido de la palabra, que frente a lo más mínimo puede desatar una guerra, como hoy está sucediendo. El desequilibrio es enorme, pues los israelíes disponen de fuerzas militares equipadas con las más avanzadas sofisticaciones, misiles, tanques y aviones de avanzada concepción, en tanto los palestinos de Hamas están en un nivel muy inferior, incluso rudimentario en muchos aspectos. De todas maneras, los cohetes van y vienen de un lado a otro, aunque los efectos muy diferentes, tanto por las diferencias de poder como la efectividad del sistema de defensa de los israelíes.

Observadores internacionales, directamente aluden a "la desproporción de la respuesta israelí", en tanto que desde los mandos judíos responden "que estemos ganando la guerra no nos hace culpables". Ambos tienen razones de su parte, pues aún con muy distintos resultados, la intención de ambos es exactamente la misma, los dos tratan de derrotar a su adversario.

Lo que en cambio es incomprensible, es que las diferencias deban dirimirse por la fuerza, con tanta destrucción y muerte, que no es nueva ni nada que se le parezca, viene desde hace muchísimo tiempo, sin dudas demasiado. Lo realmente preocupante para el mundo, que mira azorado lo que allí ocurre, es que tanto en uno como en otro lugar, hablar de guerra es mucho más fácil que de hacerlo sobre la paz. Los odios, las diferencias son tan grandes, que nadie parece tener siquiera alguna remota posibilidad de contener tanta violencia. 

Palestinos y judíos están separados por cuestiones políticas, territoriales, religiosas, sociales e incluso humanas. Por eso, justamente, es considerado poco menos que imposible, o bien una tarea titánica como para dejar abierta una luz de esperanza, el poder llegar a una solución estable. Todo ha pasado, al menos hasta ahora, por meros compromisos superficiales, tal como el reciente que tuvo por conciliador al jefe de la Iglesia Católica, con ambos líderes a su frente, dialogando cara a cara, y sin embargo, a las pocas semanas, y tras un inconveniente doloroso y criminal como fue la muerte de cuatro adolescentes, pero pequeño en magnitud institucional, se desató un nuevo vendaval bélico con toda una inmensa secuela de muerte.

Hechos que debieron ser exclusivamente policiales, concluyeron transformándose en militares, lo cual permite visualizar con claridad hasta que punto se encuentra exacerbada la situación entre ambos bandos, con consecuencias que están a la vista.

Se impone la vía diplomática, aunque a veces resulte lenta y también con dificultades, ya que siempre será muchísimo menos costosa y por sobre todas las cosas dolorosa que el uso de la fuerza. Un criterio que no encaja dentro de Hamas, organización palestina cuyo objetivo definido en su carta fundacional es el establecimiento de un estado islámico en la región de Palestina, que comprenda Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza, con Jerusalén como capital. Un objetivo que para alcanzarlo, se ha propuesto más la vía armada que la del acuerdo.


Autor: REDACCION

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