En aquel tiempo había que “pedir pitada”, que es ir y pedirle al director que te haga una prueba. En el lunfardo de la murga es que te den una chance. Si andabas bien quedabas y si andabas mal te ibas. En aquel momento las murgas tenían raíces en el barrio. Cada barrio tenía una murga, entonces se nutría de gente del barrio. Pero también hay que establecer que en esos momentos estar en una murga era considerado inferior, de lumpen, de borracho, de vago, de atorrante, de mujeriego. Porque era un ambiente de jolgorio, donde se tomaba. Vos no decías si tenías un familiar en una murga, no era como para decirlo. En cambio ahora es un orgullo, es un arte. En ese momento se decía que la murga era como un género inferior. Eso hasta que vinieron los últimos años de la dictadura donde la murga se empezó a nutrir de músicos profesionales, de gente de teatro, y donde sin perder la base popular tomaron una bandera contra la dictadura, se empezaron a decir cosas que nadie podía decir porque los cantantes populares estaban prohibidos, o presos, o en el extranjero. Las murgas sí lo podían decir usando un lenguaje subliminal. No se podía decir directamente porque existía la censura, los militares tenían un Departamento de Censura que leía las letras de las murgas y aprobaban o no, o tachaban. Pero el intelecto de los grandes creadores de esa época como Raúl Castro, como José Morgadez, como Catusa Silva, como muchos otros, buscaba la manera de pasar la censura. Y la gente se juntaba en los tablados -porque era un fenómeno de unión- y gritaba consignas contra la dictadura. Y ahí se sabía que se iba a acabar, porque no había manera de que se pudiera controlar, porque no podían llevar presos a cinco mil tipos. Tuve la suerte de vivir ese momento con circunstancias que marcaron mucho la historia de mi vida. Entré a una murga que se llamaba La Embargada que era de empleados de un banco por eso se llamaba así. Era una murga joven, de amigos, me encantaba cantar y tocaba la guitarra, fui director de esa murga. Yo trabajaba de mozo, y cuando terminábamos de trabajar teníamos que levantar las sillas y barrer el lugar, y había un fotógrafo que me escuchó cantar temas de murga y me preguntó si me interesaba salir con la Falta y Resto, que para nosotros era como los Rolling Stones. Me dijo que vaya a hablar con Raúl Castro que era el director, de su parte, para que me tome una prueba. Fui, di la prueba, me hizo escuchar la murga y me invitó a ir a cantar cuando quisiera. Quedé en la murga, ese año tuvimos la suerte de ganar el concurso y fue la primera vez que ganó una murga de izquierda. Una alegría popular jamás vista porque la gente lo sentía como propio. Y ahí empezó mi carrera en la murga. Fue en el ’88, ’89 que también ganamos el primer premio, y en el ’90 paso a ser el director y el arreglador coral, muy joven. Hice los arreglos de fragmentos de las canciones de distintos años de la murga con la sinfónica, unidos en una obra general, una gran presentación, un gran cuplé y una gran retirada. Me fui, estuve varios años sin salir, volví, a la murga La Gran Muñeca, clásica de gran trayectoria que ganó este año, por ejemplo. Estuve en Flor de Murga, A Redoblar, La Divina Comedia, Araca la Cana, La Soñada, La Milonga Nacional, La Ronca que la saqué como director responsable, No corras que es peor, otra murga joven. Varios años en cada una, volví a la Falta y Resto.
Dije que ganó por primera vez una murga de izquierda. ¿Y si no son de izquierda cómo son las murgas?
Le decíamos murga de izquierda porque eran las murgas que atacaban el tema social y político. Antes todas las murgas hacían un repertorio que tenían más que ver con el humor, con alguna referencia a lo social. Aunque lo social siempre está, pero es tan amplio, que podés hablar de fútbol, podés criticar al gobierno por el precio de la harina. Este era más comprometido, era contra la dictadura, contra la represión, contra la libertad, contra los presos políticos, entonces había una diferencia. Si bien en aquel momento ninguna era oficialista. Los vaivenes del destino hicieron que hoy por hoy haya murgas oficialistas.
Por qué decido dejar de integrar la murga
En los últimos años me vinculé con dos músicos muy importantes, José Carbajal “El Sabalero” y el “Canario” Luna, también había trabajado con Níquel una banda de rock que lideraba Jorge Nasser, hoy un tremendo referente de la música. Y yo ya tenía mis inquietudes, quería cantar lo mío, no me alcanzaba con cantar letras de otros. Quería cantar mis verdades, a mi manera, estaba escribiendo letra y música. Y cuando estoy con estos músicos ligo una gira a Estados Unidos, Canadá, Argentina, también viajo con Araca la Cana a Europa, que es una gran murga que dirigí y que amo, donde fui muy bien tratado como músico, muy respetado, estaba más maduro. Y empecé a ver ese mundo de viajar, de conocer personas, de conocer otros músicos locales, que es alucinante. Y no quise salir más con la murga porque eso eran tres meses en el año nomás. En dos mil once ya tenía mi banda que tocaba y no podía cumplir ni con una cosa ni con la otra. Con la banda era responsable de la cuestión económica, y dejé el carnaval. Pero no dejé nunca la murga porque soy tallerista y sigo trabajando en el tema.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Fernando de Moraes