Es interesante. Desde que era muy chica me crié en una casa inundada de arte. No porque se ocuparan mis padres directamente del arte, pero mi mamá era de familia de artistas. Ella no hacía arte directamente de una especialidad, pero mi mamá era una artista, todo lo que hacía lo hacía con arte. Siempre digo que tenía manos de hada. Porque no le tenía miedo nada, desde hacer un disfraz de dama antigua bordado con puntillas en papel crepe hasta pintar un cuadro en óleo. No le temía a nada. A nada le decía que no, y desde chicos a los seis que somos nos enseñó a animarnos, a no tener miedo. Y para todo nos criamos así jugando, dibujábamos en las paredes, nos dejaba, nos daba siempre pinceles, lápices, mi casa estaba llena de libros, consultábamos. Mi mamá era tan, pero tan inquieta, aunque no había terminado ni siquiera el secundario. No tenía formación en arte de ningún tipo, pero siempre decía que había hecho seis veces el secundario y a veces la universidad, porque a mí y a mis hermanos nos siguió de cerca en los estudios superiores, entonces tenía un montón de carreras. Y realmente era una autodidacta increíble, vos hablabas con ella de viajes y realmente sentías que era una mujer que había viajado mucho por todo el mundo, y no había salido de Buenos Aires, una sola vez en su vida fue a Salta. Tenía unas ganas de leer que leía todo el tiempo.
Con esa realidad en algún momento fui definiendo mi camino
Por ser la mayor me formé pegada a ella, me encantaba el arte y estaba llena de poesía. Escribía también mi madre, escribían mis tíos abuelos, un tío abuelo escultor, mi madre también pintaba, algunos de mis tíos también, así que todo ese ambiente artístico y de bohemia circulaba en mi casa siempre.
La formación cuando supe que iba hacia la poesía y la escultura
En realidad primero decidí formarme en una carrera que me diera otra solidez, y pensé en abogacía porque siempre creí que era una de las carreras más completas que existía en cuanto a la cultura general, me gustaba mucho. Y sabía que el arte iba a ir siempre conmigo, lo llevaba en la sangre, las ganas de pintar, de hacer algo en escultura, jugábamos con arcilla, siempre tenía ganas de hacer cosas de arte. Y eso no me lo iba a sacar nunca del alma, y en algún momento empecé a dedicarme con más ahínco.
Aprender a hacer la figura humana que está muy presente en mi obra
Comencé a ir a un taller recién en dos mil seis, con el escultor Edgardo Madanes, que es mi gran maestro, una maravilla. Me siento muy feliz y muy contenida, porque me hizo comprender que a través de la forma, vos hacés una escultura, pero todo lo que yo escribo está en la escultura, o todo lo que hago en la escultura está en la poesía. Es un idioma que lo podés transmitir de muchas maneras. Y a partir de ahí comencé a estudiar técnica, porque era tarde para hacer la carrera Bellas Artes, pero sí era tiempo para empezar a estudiar sola. No te voy a decir que soy improvisada, pero hay mucho de observación del cuerpo humano, de la figura, de los rostros, me encantan los rostros. Hay mucho de observación, y hay tanto para aprender que si uno se dedica a otra actividad, además, no es tan fácil.
Cómo es el trabajo del escultor
En mi caso hay mucho de inspiración y quizás estoy gestando toda la semana, que es lo que quiero hacer el fin de semana o los jueves cuando me meto en el taller y estoy pensando en la obra que estoy haciendo, o estoy pensando en lo que voy a hacer después, cómo lo voy a modelar, o anda un poema dándome vuelta y pienso a ver cómo lo voy a llevar a la arcilla. En mi caso es como una sopa de temas, todo esto me inspira y empiezo a pensar cómo lo voy a llevar a la escultura. Dibujo, a veces dibujo un poco. Tendría que dibujar mucho más, pero a veces empiezo directamente con la arcilla.
Es posible sostener una obra en el tiempo y tener que interrumpirla porque uno no se dedica exclusivamente a eso
Sí, absolutamente. Es más, y me viene muy bien esto. Es posible porque cuando vos hacés una obra en arcilla la vas manteniendo húmeda, la envolvés húmeda, la guardás hasta la próxima vez que la vas a abrir y te volvés a encontrar con la obra. Y lo interesante, que a mí me parece muy bueno, es que en el tiempo van pasando cosas, en tu vida, en tu sentimiento, en tu cabeza, y cuando volvés a la obra, a veces la obra se tiene que transformar con vos. La vas transformando. Y a veces la obra te dice cosas que te aportan mucho. O la obra te transforma a vos, porque mientras la vas trabajando vas pensando, van pasando cosas, en ese momento de transformación. Yo no trabajo con un objetivo, pero hay escultores que trabajan con una idea original sin alterarla. Yo soy más improvisada, y sé que me dejo llevar por la obra. A veces la obra me lleva a un lugar que no tenía pensado.
Los temas que me interesan desarrollar en la escultura
Me interesa mucho el tema femenino. Me gusta la mujer, sus temas, sus pasiones, sus dolores, me gusta el cuerpo femenino. Y me encanta trabajar con esculturas, con obras que muestren algo de todos esos sentimientos femeninos. Que transmitan algo. Empecé trabajando hace muchos años con una serie de bustos de todas mis abuelas y mis bisabuelas porque siempre guardé las fotografías, y soy de las familias que guarda las fotos, e investiga dónde nació. Conocí a una abuela y a una bisabuela. Y de ambas tengo los bustos, entonces trabajo con el tiempo, con la época, investigo los peinados, la ropa, analizo la fotografía, dónde habrá estado, por qué se tomó esta fotografía, dónde, busco parecidos con mis hermanos. Esas cosas. Me gusta mucho la parte de mis ancestros femeninos. Me encanta investigar y tengo un montón por hacer todavía y por descubrir. Y empecé con ellas y después seguí con otras obras que todas tienen que ver con lo femenino o con mi madre, o con mi madre y mis hermanos, o con una mujer que es la soledad, otra que es la creación, otra que es la apasionada, otra que está danzando, y si hay algo que me caracteriza creo, es el movimiento. Aún la más quieta se está moviendo, tienen como ritmo mis obras, pero creo que es algo natural, me gusta eso.
Mis familiares representadas que llegaron a ver sus bustos
No viven, pero mi abuela que falleció de noventa y nueve años vio la de su madre, la de mi bisabuela francesa. Después hice la de ella, pero no llegó a verla. Y me falta hacer la de mi mamá.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Sonia Del Papa Ferraro