Era muy lectora, pero resulta que dejé de leer cuando empecé la facultad. El período que yo estudié es muy significativo, muy oscuro, realmente, con todos los profesores exiliados. No me gustó mucho, estudiar literatura, a pesar de que leía, y me encantaba leer antes. Soy de Olavarría, provincia de Buenos Aires, y cómo decidí fue bastante aleatorio. Con una amiga dijimos vamos a estudiar a Buenos Aires, no queremos quedarnos en Olavarría. Como me gustaba leer, medio de casualidad caí ahí. Y Filosofía y Letras era realmente un lugar muy oscuro, literalmente. Las ventanas estaban todas pintadas de negro. Si bien venía de cierta ingenuidad pueblerina a los dieciocho años, no tenía ningún tipo de activismo político ni se me ocurría, veía como desaparecían mis compañeros en la gente, al día siguiente la silla vacía. Igual para mí fue como una época especialmente intensa porque la gente se juntaba, ya sea para ver el Mundial, pero lo hacía. Interesante desde ese punto de vista. Quizás en el último tercio de la carrera había un profesor de lingüística, un italiano con unas ideas muy extrañas, pero resulta que justo se había interesado en estudiar las lenguas indígenas más por una cuestión de la lingüística que de los indígenas. Y me empezó a gustar como disciplina. La literatura estaba basada toda en crítica literaria, y no me interesaba. Me empezó a interesar la lingüística como una ciencia un poco más dura.
Encontrarme con los idiomas
Conocí a ese profesor que como persona era bastante desagradable pero aprendí bastante cuestiones básicas de lingüística y de describir una lengua hasta que en las últimas materias, una señora profesora, iba a dar un seminario de lingüística en un centro de antropología que dependía del Conicet. Quise ir pero como yo no estaba recibida no me lo permitió porque era de posgrado. Al final me llamó y pude ir como oyente. En ese momento la profesora me acepta y me toma como su becaria. Ahí conocí en ese curso a quien fue mi primer maestro de lengua toba que la profesora había invitado como hablante indígena al que se lo trataba de alguna manera como en esa primera tradición de la lingüística como a un informante. En primera instancia me dediqué a otra lengua que es el wichí, también chaqueña, pero de la familia mataguaya, son lenguas de la misma región. Ese hombre era realmente un sabio, sabía mucho de su cultura, una persona muy espiritual. Y me atrajo mucho más que por la lingüística, por conocer ese mundo. Se llamaba Valentín Moreno y falleció a fines del año pasado. Con otro colega, empezamos a hacer preguntas y a trabajar con él, y ahí me entusiasmé mucho con el idioma y realmente ahí me inicié. Hay otra cosa que quizás es más íntima pero que desencadenó mi interés, es que en Olavarría iba a la Escuela Normal, de cierta clase media, y mi madre era maestra y directora de un colegio muy, muy humilde, y a la tarde me llevaba con ella. Y ahí viví una historia que, siento, me tocó en mi vida personal y también profesional: convivir con niños que no tenían nada, pero nada es nada. Muchas veces faltaba la maestra y como yo estaba en los grados superiores y era estudiosa y me encantaba enseñar, la reemplazaba para que los chicos no estén solos. Recuerdo y lo uno -no sé si es posible unir las dos cosas- pero no solo por una cuestión intelectual. Los lingüistas vamos al campo, y convivimos muchos días y horas con la gente, llegamos a conocerlos.
Algo sobre Valentín Moreno
Es importante porque entre los tobas o qom en la década del cincuenta empiezan a migrar para Buenos Aires en busca de trabajo. El se va a vivir a Fuerte Apache como varias familias qom. Y después él fue uno de los precursores aunque no reconocido, de lo que fue el Barrio Toba de Derqui y lo que fue la Cooperativa de Artesanos Qom. Que se construyó con tratativas con la iglesia en el Obispado de Morón y otras instituciones. Con viviendas autoconstruidas. Todo está muy ligado al idioma, a pesar de que pareciera que no. Muy ligado a la identidad, a la tierra, la sangre. Forman parte de eso que se va transmitiendo de generación en generación. Cuando se pierde el idioma no es algo tan sencillo. Se pierde parte de su historia, de lo que son. Son idiomas que se transmiten en las palabras y en la forma de organizar las oraciones, pero también las formas que serían equivalentes de alguna manera a nuestros libros. Así como la novela tiene un soporte escrito, los consejos que ellos transmiten de generación en generación también tienen un envase con toda su estructura, sistemático, aunque fuera oral. No es algo aleatorio y repito lo que me contó mi abuelo. Y eso es poesía, y en gran parte es la prosodia, la entonación, lo que tiene mayor contenido en un consejo, no solamente las palabras.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Cristina Messineo
El verdadero sentido de lo que somos está en nuestra lengua, qom laqtaqa... A todos nos gusta aprender el castellano, pero debemos enseñarles a nuestros hijos nuestras costumbres, nuestro idioma, porque si no todo va carcomiéndose... Es como la tierra que está al lado de un río y la fuerza del agua la va gastando y entonces la tierra va perdiendo su fuerza...qom laqtaqa es la tierra, el agua es el idioma de los blancos. Sin embargo, hay ríos en donde la tierra se mantiene, no se carcome. Todos somos indios, pero no todos somos iguales. Por la fuerza del agua, así se conoce cuál es la verdadera tierra.
Valentín Moreno, Ciudadela (Buenos Aires), julio de 1992
En las palabras de Valentín Moreno, lengua y cultura resultan, clara y simplemente, inseparables. ¿Cómo puede uno segmentar, analizar y clasificar sonidos, palabras y oraciones de una lengua sin, en alguna parte, rozar la médula de la cultura y tocar zonas, muchas veces angustiosas, de la identidad de la gente que la habla? Menos aun si se trata de pueblos que, desde el inicio del proceso de conformación de las naciones-estados en el Nuevo Mundo, ocuparon el lugar de la marginación y del genocidio en la agenda política de la época. Y que aún hoy, a pesar del discurso vigente sobre la diversidad, permanecen “culturalmente invisibles” a los ojos de la mayoría.
Aunque muchas de esas zonas, ya sea por razones temáticas o por las exigencias del estilo académico y analítico -al que decidí voluntariamente ajustarme- no aparecen en el texto, este libro representa un homenaje pero a la vez un compromiso con aquellos que, de una u otra manera, me trasmitieron su saber y confiaron en mi responsabilidad para comunicarlo a otros. A ellos también mi agradecimiento por incluirme, a través de sus discursos, en la cadena de transmisión intergeneracional.
Yo no voy a mezquinar, mi nieta, todo lo que yo sé,
todo lo que usted me pide, yo voy a vaciarme...
pero llegará el momento en que voy a desaparecer
entonces, mi nieta recordará
y llevará esto a otros nietos de allá lejos... de Buenos Aires
y dirá: esto es lo que traigo de mi yape’(abuelo).
Por eso, éste es mi consejo:
“mira bien lo que enseñas
porque hay alguien que siempre está mirando nuestros corazones...”
Anastasio Peñaloza, Pampa del Indio (Chaco), octubre de 1999
Este texto constituye una versión revisada de la tesis doctoral Estudio del toba hablado en la provincia del Chaco (Argentina). Aspectos gramaticales y discursivos que terminé en la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras en mayo de 2001.
Del Prefacio del libro Lengua toba (guaycurú). Aspectos gramaticales y discursivos de Cristina Messineo. LINCOM Studies in Native American Linguistics 48. LINCOM EUROPA Academic Publisher, Alemania. 2003