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Como Piazzola al tango

CÉSAR LUIS MENOTTI. El técnico rosarino que llevó a Argentina a conseguir su primera Copa del Mundo.
Crédito: FOTO ARCHIVO

Así fue Cesar Menotti al fútbol, un parangón pertinente si se mensura su juego con su retórica, con aquel discurso disruptivo para la época y los encontronazos que de ellos se derivaron, al extremo de una antinomia de la que también se adueñó la política con sus bastiones ideológicos.

Su bohemia alimento el mito que perduró hasta hace unos días, cuando su corazón se detuvo luego de batallar durante 85 años, en su gran mayoría, alrededor de una pelota de fútbol y sus paradojas.

Es probable que en este desafío al que estoy tentando, escribiendo este réquiem y buscando figuras o metáforas, en el vano intento de asemejarme a su estilo, el Flaco también haya sido al futbol, lo que Serrat a la canción, por su elegancia y su sensibilidad para entender, en este caso, algo tan simple y apasionante como el fútbol.

Pues hacia allí vamos.

Los que lo vieron jugar en la década del 60 con la camiseta Canalla, sí por supuesto, Menotti era rosarino en tanto artista o algo así, han dejado crónicas que explican lo que luego, se amplificó como entrenador y que años más tarde, ya retirado de las estridencias, se elevó a la categoría de Maestro, del que, por estos días, Pep Guardiola y Àngel Cappa, destinatarios en distintos momentos de la historia entre tantos otros, de esos legados que cada uno fue adaptando a sus repertorios, se expresaron emocionados.

Menotti fue un jugador elegante en su porte y reflexivo en su juego, agregaría más, un adelantado para ese tiempo de un futbol todavía en color sepia, por su talla y su atrevimiento como volante ofensivo y dueño además de un remate formidable. Este perfil quedó algo relegado de los elogios, por el lugar central que ocupó después como director técnico, consiguiendo un lugar en la mesa chica de los mejores referentes de un modelo casi exclusivo.

Su fútbol tuvo música de la buena, bien rioplatense con notas catalanas, podría haber escrito María de Buenos Aires o Esos Locos Bajitos, porque para Menotti, la cancha era un escenario y la pelota, la gran protagonista, sus guiones perduraran en elencos inolvidables como el Huracán del 73, su ópera prima…

 

UNA IDEOLOGÍA AL SERVICIO DE LA PELOTA

Podría describirse a César Luis Menotti como el director técnico de la selección argentina campeona del mundo en 1978 y quien al año siguiente se sentó en el banco para ganar el título mundial juvenil de 1979 en Japón (aunque Ernesto Duchini tuvo demasiado que ver con aquel plantel) y acaso con esto bastaría, pero hay demasiado más que comentar.

Hablar con Menotti fue siempre conseguir una declaración altisonante y un sinnúmero de títulos para una nota, al punto de darse el lujo de tener que elegir entre ellos. Nunca entendió eso de correr para jugar y, de hecho, en tiempos de futbolista, con la camiseta de Boca, su compañero Antonio Rattín, el caudillo xeneize, le tuvo que decir “corré, Flaco, porque nos van a matar” y recibió como respuesta “corré vos”.

Para Menotti, aun habiendo tenido a Maradona y habiendo conocido de cerca a Messi en el último tiempo, no hubo como Pelé. Fueron “El Negro y el Flaco” cuando coincidieron en el Santos, aunque en una charla periodística reconoció que cuando le tocó actuar en el “Peixe” paulista, lo hizo en el equipo B. “¿Y qué querés? Con los nenes que había, mirá si me iban a poner de titular”, se sinceró.

Genio y figura, alcanzó a ser parte de la estructura que le dio a la selección argentina el tercer título mundial y quedará en la historia como quien consiguió el retorno a las fuentes en el fútbol argentino, aunque tampoco es, como pretenden algunos de sus fanáticos, que el “menottismo” haya sido el origen. Su virtud fue tratar de sintetizar aquellos años dorados y tratar de que no quedaran sólo en un mero recuerdo. Como el propio Menotti dijo de Messi, que difícilmente pudo haber nacido en Corea. Para que existiera un Messi, antes debió haber un Moreno, un Pedernera, un Pontoni, un Martino, un Alonso, un Bochini, un Kempes y un Maradona.

En los últimos años había dejado de fumar, consciente de que eso le estaba generando serios problemas de salud, y cumplía ciertas rutinas como desayunar en “La Biela”, en el barrio de Recoleta, o en otra confitería de la zona, y mantenía un permanente contacto con la AFA que lo designó director de Selecciones Nacionales y aunque mucho no se conoce de su trabajo, que por edad ya era más de observación que de campo, debe atribuírsele la insistencia y la gestión para que Lionel Scaloni fuese renovado en su contrato tras la Copa América 2019 para que llegara al Mundial sin incertidumbre, recordando lo que él mismo vivió entre 1974 y 1978. Su obsesión, ahora, era que la Selección cotejara más en el país “así la gente la puede ver y de paso, los equipos argentinos la van a exigir” y buscaba que los jugadores locales fueran cedidos por sus clubes para entrenarse juntos más seguido en Ezeiza. “¿Le parece posible en este tiempo?”, preguntó este escriba. “Claro que se puede. Le debo un llamado a Scaloni” y con este testimonio a Sergio Levinsky, solo resta el corolario de una evocación que a partir de ahora también, se convertirá en efeméride.

Menotti se llevó una parte de la fórmula, porque más allá de las herencias y las cesiones de derechos en las mejores manos, su impronta no podrá ser reeditada y eso ya lo ha convertido en leyenda, como aquella frase que cita Valdano y que sin nombrarlo como destinatario, se infiere que se trataba de Diego Maradona, después que este le dijera “César, los alemanes son fuertísimos”, entonces el Flaco le respondió “Fuertes? No digas bobadas, si a cualquiera de esos rubios lo llevamos a la casa donde usted creció, a los 3 días lo sacan en camilla. Fuerte es usted, que sobrevivió a toda esa pobreza y juega al fútbol diez mil veces mejor que esos tipos”

Este tipo, también ya es un recuerdo….

Autor: 436565|

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