Depende de muchas cosas. No soy bueno eligiendo, soy malo. No tengo esa astucia. Hay actores que la tienen reclara, y dicen esto me conviene, esto no, y a mí me cuesta mucho eso. De hecho, de las últimas cosas que hice, que tuvieron muy buena repercusión, casi siempre estuve a punto de decir que no, o no fui consciente de cómo me podía ir en la elección esa. Me ayuda mucho mi compañera Malena Figó, mucho más inteligente que yo, que me ubica bien y después tomo la decisión por supuesto.
Trabajar juntos con las obras que elegimos
Tratamos de conservar ese espacio que es un espacio que no es fácil pero que nos gusta mucho. Hay mucha confianza entre nosotros, y eso es fundamental, y nos da la posibilidad de hacer lo que tenemos ganas de hacer, de hablar de lo que queremos hablar. En ese sentido he tenido mucha suerte, siempre -salvo honrosas excepciones- he hecho cosas que me han gustado mucho hacer. Supongo que he dejado en el camino otras cuestiones, pero estoy muy contento y muy orgulloso desde ese costado del oficio, de la profesión. He hecho cosas muy lindas, proyectos muy lindos quiero decir.
Hay un movimiento teatral independiente, otros lo llaman alternativo. ¿Cómo se trabaja en esos ámbitos?
La verdad en los números no cierran. Tenés que tener otra cosa, si no es imposible. Son salas chicas. Porque el fenómeno teatral que se da en Buenos Aires no se da en ninguna otra parte del mundo. En ninguna. Ni siquiera en Londres, que es una ciudad muy teatral. No existe esto en otra parte. Alguien tiene una casa, con un living un poco grande, y dice voy a hacer un teatro y hace teatro en su casa. Pero no cierra. Hay subsidios, pero tampoco son suficientes. Hay que atacar por los dos lados. Por el lado oficial, de los teatros oficiales o el profesional, o la televisión, o el cine, y por este costado que es muy gratificante pero que es muy costoso porque es un proceso lento, los ensayos se postergan por otros trabajos. A veces pueden tardar meses o años antes del debut. Puede ser de esa manera, porque son salas pequeñas, generalmente son pocos actores. Y los dueños de sala saben que tienen que convivir con eso. Es un trabajo muy grato, igualmente. Hay que ser consciente de esto, de que es un proceso que lleva su tiempo, que tiene que estar compartido con otros procesos.
Cómo llegamos a una sala independiente
Puede ser cualquier sala, pero no puede ser cualquiera el director. Nosotros elegimos la sala del Teatro Moscú por su director Francisco Lumerman que además es el propietario del lugar. De otra manera hubiera sido un error garrafal. Le llevamos la idea, no la obra. Teníamos una idea que era que Albert Camus para escribir El malentendido se basó en la noticia de un viaje estando preso. Y escribió una obra de teatro. Nosotros rastreamos la noticia que Camus leyó, creemos haberla encontrado, nos sirvió para hacer una tragedia. Y Malena para mí es una actriz trágica, que es una condición que no todos los actores tienen. Surgió esta idea que es una tragedia moral. Y Pancho la llevó a un lugar que a mí me parece fabuloso. Estamos muy contentos con el material, es una obra muy difícil de hacer, muy difícil de pensar, de actuar, es un material muy sensible, muy poético, para decir que esto está mal y que esto somos nosotros. Y hay gente que lo toma muy bien, y hay gente que no. Eso tiene que pasar con el teatro.
Lo que ocupa mi tiempo
Además de la familia (risas). Hamlet, que terminamos hace unas semanas. Ese fue un proceso opuesto al de El río en mí. Es en el teatro oficial donde las producciones son prácticamente infinitas según necesites, pero tenés un tiempo limitado para montar la obra que son dos meses. Entonces tenés que ir al ensayo con las cosas muy claras ni tomarte el tiempo, porque no hay proceso. Y una obra como Hamlet donde son muchos actores, es una obra muy grande, donde pasa todo, por suerte el director Zsuchmacher lo tenía muy claro, y es ahí donde entra lo que te digo de la disciplina. Es un personaje donde tuve que trabajar, más allá de que era un personaje cercano a mí, y Rubén me mordió los tobillos durante dos meses, hubo enojo en un momento, pero después le agradecí. El ciclo de estos meses fue fabuloso pero agotador era una obra que duraba tres horas, en la sala grande, cinco funciones por semana, siempre lleno todas las noches, un éxito. Muy placentero pero muy agotador.
¿Un actor descansa después de un trabajo intenso como en este caso?
Acá hay algo muy particular. Un actor descansa si tiene un trabajo a la vista. Si termino la temporada hoy y sé que tengo un trabajo en unos meses descanso, si no, no descanso. Si no tengo algo en vista la cabeza me juega en contra. Empiezan los nervios, empieza la angustia. Hoy te quedás sin trabajo y a los quince minutos estás en la calle. En un mes vuelvo a hacer Terrenal y ahí estoy tranquilo con varios meses de trabajo y una gira en el medio.
Trabajando conjuntamente con la compañera de todos los días ¿es más fácil acomodar el tema laboral?
Hay cosas que se facilitan y cosas que no. Ahora estamos haciendo El río en mí, Malena, la mamá y yo. Entonces tenemos que resolver con quién se queda nuestra hija cuando los domingos volvemos tarde y ella va a la escuela al día siguiente. Entonces pensábamos si buscar un proyecto para los dos sabiendo esto, o cada uno tiene que hacer la suya. Creo que igual lo vamos a buscar para los dos porque somos actores y nos gusta trabajar. Por otro lado, el tener una pareja la misma profesión te da ciertas ventajas, uno entiende más al otro lo que le pasa, siempre cuando no haya competencia. Hay parejas que no resisten, porque hay egos muy grandes en el medio. Es así, no está ni mal ni bien, son personalidades. Nosotros tenemos una forma de ver el teatro y la actuación, la profesión o el oficio o como se llame. Si bien el grado de exposición nuestro es pequeño, eso es una ventaja.
Elegir entre la televisión, el teatro y el cine
Elijo las cosas de calidad. Hice hace muchos años un programa que escribía María Elena Walsh y dirigía María Herminia Avellaneda que se llamaba Requetepillos. Ese programa fue para mí una felicidad porque en esa época en la televisión no había nadie y teníamos el Canal Siete -ATC- a nuestra disposición y era el juego permanente. Rescato Cybersix también, algunas telenovelas. En cine hice cosas, pero me la debo un poquito.
Una anécdota con final feliz
En un festival internacional de teatro para chicos en Escocia con La Banda de la Risa. Fuimos elegidos como mejor espectáculo, entonces el premio era hacer una función para el Duque de Edimburgo que es como hacer una función de nivel presidencial. Con mucho, mucho protocolo. Nos explicaron qué teníamos que responder según nos preguntara el príncipe. Tuvimos que conseguir trajes porque no teníamos y lo que conseguimos nos pusimos, con los pantalones cortos, las mangas largas, lo que sea. En el espectáculo -con la presencia de autoridades, comitiva y policías- teníamos unas cachiporras de gomaespuma que usábamos para golpear al público cuando nos bajábamos del escenario. Llega la función y aparecen de seguridad con perros, con detectores antibombas, para revisarnos todo. Cuando se da el momento, nos miramos con Claudio Gallardou, eso bastó para que vayamos al proscenio y ante el solo ademán de atinar a algo, cuya intención era interactuar con el príncipe en forma improvisada y sorpresiva, aparecieron todos los policías y preparaban las armas y escuchábamos el ruido metálico de los cargadores y los gatillos alistados. Nos quedamos duros, nos volvimos a mirar, y seguimos con la función normalmente. Ese día fue extraordinario porque después hubo un cóctel y ahí vimos al duque que no le importó el protocolo. Fue único, inolvidable.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Claudio Da Passano