Editorial

Clima: avance nulo

El hombre le ha hecho mucho daño al planeta. Eso no es ninguna revelación. Pero desde hace varios años, una parte de la humanidad inició un camino hacia la recuperación o, al menos, la conservación de la Tierra. El intento comenzó a tomar forma definitiva en 1997 a través del Protocolo de Kioto, que si bien se firmó a fines de ese año recién entró en vigor en febrero de 2005.

La intención era imponer a los países industrializados, con la excepción notable de Estados Unidos, que no lo ratificó, reducir sus emisiones de seis sustancias responsables del calentamiento, en particular la de CO2. Sin embargo, y pese a todo el esfuerzo realizado por algunos gobiernos y miles de ciudadanos, los resultados brillan por su ausencia.

El pasado domingo a la madrugada, representantes de unos 190 países aprobaron en la conferencia sobre el clima realizada en la ciudad sudafricana de Durban, bajo los auspicios de la ONU, una hoja de ruta para un acuerdo global en 2015 para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero. El objetivo es que este acuerdo, cuya naturaleza jurídica exacta debe ser todavía discutida, entre en vigor hacia 2020.

La intención de la comunidad internacional es limitar el aumento de la temperatura global a +2°C. La suma de las promesas de los distintos países en términos de reducción de emisiones está lejos, sin embargo, de alcanzar este objetivo. Según un estudio presentado esta semana en Durban, el mundo está en camino de un aumento de 3,5°C en el termómetro global.

Tras 14 días de arduas discusiones -sobre el cierre hubo 48 horas ininterrumpidas de negociaciones-, los ministros y delegados llegaron a un acuerdo para prolongar más allá de 2012 el Protocolo de Kioto, el único instrumento jurídico vinculante que limite las emisiones de gases de efecto invernadero de la mayoría de países industrializados.

Cabe recordar que los países en desarrollo, que están exentos del mismo, lo apoyan con firmeza pues proporciona una "pared sellada" entre los países del norte, que tienen una responsabilidad "histórica" en la acumulación de CO2 en la atmósfera, y el resto del planeta.

También fue adoptada la implementación del mecanismo de funcionamiento de un Fondo Verde, destinado a dar ayuda financiera a los países en desarrollo frente al cambio climático.

Además, los delegados se pusieron de acuerdo sobre el lanzamiento de un segundo período de compromisos, que concernirá principalmente a la Unión Europea, dado que Canadá, Japón y Rusia han señalado desde hace tiempo que no desean comprometerse de nuevo.

De hecho, Canadá fue un paso más allá en la cumbre de Durban al anunciar su retiro del Protocolo de Kioto, alegando que el acuerdo estaba siendo un freno para que el mundo logre doblegar al cambio climático. La salida de Canadá del protocolo le evitará multas de hasta 13.600 millones de dólares estadounidenses por no haber cumplido con los objetivos, y evitará problemas en su economía interna.

Más allá del caso canadiense, la mayoría de los países industrializados elogiaron los acuerdos alcanzados, en una clara muestra que esos mismos acuerdos, tal como critican las ONGs, no representan un problema para su actual realidad y, por ende, no significarán una modificación sustancial del statu quo ambiental en el futuro.

Estados Unidos, uno de los países más criticados por negociadores por su actitud en las negociaciones, China –aunque con reparos por la "falta de voluntad política" de los países desarrollados-, Brasil, y la Unión Europea, fueron algunos de los países y bloques comunitarios que se mostraron entusiasmados con los resultados de la Cumbre de Durban

Del otro lado del mostrador, hubo una lluvia de críticas. Por un lado, Greenpeace habló de "fracaso", considerando que los gobiernos que participaron de la cumbre deberían "sentirse avergonzados". "Los negociadores han lanzado un mensaje claro a la gente que pasa hambre en el mundo: ¡que coman carbono!", dijo por su parte la directora de Campañas y Promoción de la ONG Oxfam, Celine Charveriat.

En el cierre de la Cumbre de Durban, la ministra sudafricana de Relaciones Exteriores, Maite

Nkoana-Mashabane, reconoció que el paquete de decisiones "no era perfecto", pero invocó a "no dejar que la perfección sea enemiga de lo bueno". El problema es que “lo bueno” no sólo no parece perfecto, sino que suena a demasiado poco. Especialmente si se tiene en cuenta que lo que está en juego es la sustentabilidad de la “casa” en la que ya habitan 7.000 millones de personas.

Autor: Redacción

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web