Editorial

China en declive

Luego de tres décadas de sostenido avance el exitoso modelo económico de China ya no es el mismo, se ha dejado de crecer como antes, enfrentando limites en cuanto a su estructura y ciertos desequilibrios financieros. La mano de obra ya no es lo barata que era entonces, pues el costo en dólares se multiplicó cuatro veces en los últimos 15 años y eso tiene un impacto muy fuerte, ya que tanto los chinos como otros países asiáticos de esa inmensa región tuvieron justamente la mano de obra barata como el eje central de su crecimiento, valiéndose competir con el mundo en manufacturas con precios muy competitivos y casi inalcanzables para el resto.

Pero con el crecimiento de la economía, que llegó más rápidamente a los sectores altos y del gobierno que a los más bajos entre los que se cuentan los trabajadores, los reclamos desde aquí se hicieron poco menos que insostenibles, creciendo las ya referidas cuatro veces en los últimos 15 años, pero que ha sido insuficiente, pues la población sigue reclamando mayores ingresos, lo cual hace que la rentabilidad de la inversión productiva haya ingresado en un cono de retroceso en los años recientes, resintiendo la productividad, pero además, siendo sus precios cada vez menos competitivos en el mundo con directa consecuencia en la baja de la expansión económica que ha dejado de ser explosiva como en las últimas décadas.

En China, pronta a convertirse en la mayor potencia económica, se advierten señales preocupantes que seguramente desembocarán en reformas de peso, consecuencia de la desaceleración de la economía, la reciente devaluación de su moneda y las fuertes caídas en el precio internacional del cobre y del mineral de hierro. Y lo que importante destacar, esto que se menciona no es algo circunstancial, sino resultado del cambio que se viene produciendo, donde no pueden  descartarse derivaciones deflacionarias para la economía mundial, las que tendrán con seguridad consecuencias importantes para los mercados financieros globales.

De tal manera, según lo analiza el economista y negociador internacional Felipe de la Balze, China se encuentra recorriendo el comienzo de una larga transición hacia un modelo de desarrollo más equilibrado, menos dependiente de las exportaciones ya que no podrá mantener la tasa de crecimiento del 20%, como así también de la inversión que se ha desacelerado con relación a los espectaculares niveles del 45% del PBI que se habían logrado los últimos años.

Según apunta el articulista mencionado, "la promoción del consumo popular, la creación de una red de seguridad social, la modernización del sector de los servicios y la sustitución de las importaciones son los elementos basales que vienen a reemplazar el viejo modelo, centrado en la exportación de manufacturas, la construcción, y el desarrollo de la infraestructura".

Se destaca que la más pesada consecuencia heredada del modelo anterior consiste en los fuertes desequilibrios financieros que se fueron acumulando, y que costará muchísimo resolver y adaptar a esta transformación que está experimentando la economía china. 

Un dato a tener en cuenta es que la deuda interna total de China a fines de 2013 era del orden del 250% del PBI, siendo por lejos el más alto nivel de endeudamiento de todos los países emergentes, pero además y consecuencia del explosivo crecimiento que tuvo la construcción en los últimos años hay un importante excedentes de oficinas y residencias en casi todas las ciudades, lo cual ha generado el temor que se produzca un crack inmobiliario, ya que existe hoy una capacidad excedente crónica en sectores industriales como los relativos al acero, aluminio y cemento, que junto al endeudamiento excesivo, han generado muy fuertes riesgos de incumplimiento en las cadenas de producción y venta.

Por el momento el riesgo de una crisis prolongada es poco probable, ya que la economía china tiene fundamentos sólidos como el superávit externo y las cuentas públicas ordenadas, además de reservas de su Banco Central que alcanzan y sobran para enfrentar una crisis y sostener el país de cimbronazos externos.

Lo que realmente importa es que muchas de las consecuencias de la transformación de China tendrán impacto en el resto del mundo, en especial aquellos países con los que comercia, caso concreto de la Argentina con la soja.

Autor: REDACCION

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