Sociales

Carta abierta de una madre a todos los hijos del mundo


Por Alicia Riberi

Ser madre, qué desafío en los tiempos de antes y en los tiempos actuales. Todas coincidimos que no hay un manual que nos enseñe a ser madres y menos aún en tiempos con tantos retos por enfrentar, debido a la voracidad con que intentan darse los cambios y muchos lo logran.
Cuando nos enteramos de la noticia que vamos a ser madres, es algo que no se puede describir, es algo muy fuerte que se siente, aún en madres que en un principio no deseaban serlo pero cuando fueron madurando la noticia, descubrieron un sinfín de cosas que no imaginaban.
Pensemos cuando nacen y van creciendo, los problemas se van multiplicando y a veces a una le da resultado actuar de una manera y a otra no. Simplemente porque son seres diferentes, nacieron en medios e historias diversas. Todas coinciden que el amor que se siente por un hijo es algo único y que por ellos se sacrifican muchas cosas. Algunas me dijeron que no advirtieron cuando y en qué momento crecieron tanto y cambiaron y es como si no hubiesen recibido todo lo que una trató de enseñarles. Sin embargo pienso que no es que no aprendieron, sino que lo incorporaron y lo asimilaron según su propia visión de la vida.
Hay madres que narraron historias de hijos que se iniciaron en adicciones o en el mundo del delito. Explicaron que no detectaron en qué momento sucedió y coincidimos que como la vida actual nos exige trabajar a la par del hombre, a veces por la vorágine de la vida, no vemos a nuestro alrededor y cuando hay síntomas concretos ya cuesta corregir porque la adicción ya está avanzada. Compartimos también la idea de que en muchos casos nos falta autoridad porque tenemos sentimientos de culpa, cuando en realidad no debería ser así. Un hijo tiene que entender que si una madre trabaja es porque es necesario y la madre debe tener la autoridad suficiente para imponerse, obviamente apoyada por el papá para que a nuestros hijos les quede claro quién guía el timón de nuestra vida hasta que nos independicemos. Convenimos que se les dicen muchos más sí que no.
Con los hijos es mucho más importante que el tiempo que se está, la calidad del tiempo que compartimos, escucharlos, responder a su inquietudes en el momento que las tienen y no ir delegando respuestas que pueden ser imperiosas en un momento determinado y pueden llegar muy tarde en otros.
Hay hijos que se abocan tanto al trabajo, que en un momento dado van avanzando y materialmente todo les parece poco y por avanzar a veces olvidan de qué manera lo hacen y qué dejan en el camino.
Tampoco hablamos del rol de la madre como si el del hombre no existiera, pero son roles distintos -fundamentales ambos-, solo pensando que un hijo se gesta en el vientre de la madre y hasta los dolores de un hijo se sienten en la propia carne. No nos olvidamos de las madres de corazón, porque con ellas también hablamos. Nos dicen con un sentimiento tan profundo que cuando reciben en su hogar a ese hijo es como si lo hubiesen gestado en su vientre y realmente lo trasmiten.
La vida es un don que no se puede negar, porque si nosotros nos pudimos realizar es porque hubo una madre que dijo sí, sino no hubiésemos podido demostrar de lo que somos capaces y aclaro que para nada juzgo al que piensa distinto.
También intercambiamos ideas sobre la tristeza que causa un hijo que forma una familia y se aleja y olvida su origen.
Cuando un hijo olvida el mandamiento de “Honrar padre y madre”, cuando los difama, cuando es capaz de “levantar falsos testimonios y mentir” ha llegado a un límite peligroso y no podrá sostener a su propia familia porque se tambaleará producto de un cimiento débil, superficial y endeble. Más aún, los que lo alientan o fomentan la destrucción de una madre o un padre, atentan contra la familia y contra el mismo Dios.
Una madre íntegra, acompaña al hijo que se equivoca, lo alienta a cambiar y a mejorar, pero una madre que defiende a un hijo inocente es capaz de dar la vida por defenderlo y tendrán que hacerse cargo los que lo provocan.
Una madre es una mujer y no miente, porque es la que nos ha formado en los valores de la vida, si el hijo no los aprende no es su culpa, es la decisión que tomó de torcer el camino.
A la madre hay que escucharla y respetarla, ni pisotearla, ni golpearla ni tratar de destruirla porque una madre formada por Dios resiste y no la van a destruir, se puede caer, se puede lastimar, pero siempre se va a levantar.
A todos los hijos del mundo les digo, si hirieron a su mamá, arrepiéntanse y díganselo antes de que sea tarde. Y al que no tuvo oportunidad de decírselo en vida, eleve los ojos al cielo y ella seguramente lo escuchará.
Una madre no se reemplaza ni por un auto, ni por una casa, ni por mil amigos o mil mujeres. Madre hay una sola y es la única que a pesar de lastimarla siempre abrirá los brazos para darte un abrazo. Estás a tiempo, acercate a tu madre y abrazala fuerte antes que te quedes con los brazos vacíos.
Volvamos a los valores que muchos desde el poder intentan que olvidemos! No debemos permitirlo.

Autor: REDACCION

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