Editorial

Campaña sin propuestas

Los candidatos que compitieron en las recientes elecciones primarias argentinas protagonizaron una campaña vacía de proyectos o propuestas para mejorar la calidad de vida de la gente, es decir no se enfocaron en cuestiones programáticas, sino que se cimentaron sobre un eje ideológico donde poner "freno" fue un concepto central. Esto es contener al populismo o detener a la derecha, una pulseada acorde a la grieta que lamentablemente echó raíces en este país tan rico como pobre con una dinámica que escapa al sentido común. 

Para el Instituto para el Desarrollo Social Argentino, la campaña electoral fue extremadamente anodina y la centralidad la tuvieron las acusaciones cruzadas, no sólo entre el oficialismo y la oposición sino también en la interna dentro de los partidos. Considera que en el debate prevaleció la verborragia sobre temas superfluos, las inconsistencias, los traspiés verbales y el ridículo. Más aún, pareciera que el pesimismo, la desazón y la resignación que prevalece en gran parte de la sociedad, en lugar de promover en el sistema político la búsqueda de soluciones, incentivan la mediocridad.

La lectura de lo que se dijo o se dejó de decir concluye en que para los candidatos no resulta redituable abordar los temas centrales y urgentes, en particular la mala organización y el mal funcionamiento del sector público. Esta posición explicaría la prevalencia de una actitud conservadora que tiende a eludir planteos para transformar el Estado e innovar en la gestión pública. 

Esta dinámica política se da en el contexto de una creciente tensión en las finanzas públicas nacionales. Según datos del Ministerio de Economía, entre enero y julio del 2021, todas las amortizaciones de capital de deuda pública se cubrieron con nueva deuda. Adicionalmente, hubo que financiar el déficit fiscal, para lo cual hay que tener en cuenta que el déficit financiero (incluyendo intereses de deuda) fue de unos $680 mil millones. Al respecto, $380 mil millones se cubrió con emisión monetaria aceptada por la población porque se transformó en crecimiento de la base monetaria. Los restantes $300 mil millones se cubrieron con emisión monetaria que tuvo que ser absorbida por el Banco Central con Leliqs porque la población la rechaza.

No hay otra lectura posible de estos datos, los cuales demuestran las crecientes dificultades para financiar el déficit fiscal. La gente no solo manifestó apatía y rechazo en la campaña electoral, sino que también rechaza la emisión monetaria necesaria para cubrir el desequilibrio fiscal porque, en cierta medida, la asocia a la inflación. 

Idesa también identifica, entre las múltiples acusaciones cruzadas de la campaña electoral, la que estuvo referida a quién endeudó más al país. En el planteo se tiende a eludir la cuestión sustancial, que es, la deuda pública es la parte del déficit fiscal que no pudo ser financiado con emisión monetaria aceptada por la población. En la medida que la gente pone límites a su propensión a conservar pesos aumenta la deuda pública, lo cual exacerba los desequilibrios porque incrementa los intereses que hay que pagar por ese endeudamiento. En este contexto, un acuerdo con el FMI reprogramando la deuda es apenas una condición necesaria pero no suficiente para empezar a salir de la crisis económica.

Finalmente, Idesa señala que durante la campaña electoral se volvió a insistir que el problema central es la “grieta”. Sin embargo, el principal problema es el “consenso” de gran parte del espectro político y de amplios sectores de la sociedad de que no hace falta una transformación integral de la organización y el gerenciamiento del Estado. Lograr un sector público más eficiente y menos costoso debería ser la prioridad. No puede ser que un senador o un diputado tenga 80 asesores. 





Autor: REDACCION

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