El
gobierno busca contra reloj atenuar la crisis en el sector
automotriz, que ya amenaza cientos de empleos y mantiene
suspendidos a miles de operarios.
Para ello, apuesta a sellar en la semana el acuerdo con
Brasil -justo un día antes del arranque del Mundial-, mientras
busca alimentar lo más posible el consumo para evitar un derrumbe
aún mayor en el mercado interno.
El golpe al mercado de autos, que estuvo a punto de batir un
récord en el 2013, cayó como balde de agua fría sobre los
argentinos, que ya habían sufrido el derrumbe del mercado
inmobiliario tras el cepo cambiario.
Así, dos de los puntales del modelo económico de la última
década quedaron heridos de gravedad y con pronóstico reservado.
Empresarios del sector automotriz y el propio gremio SMATA
empezaron a inquietarse por el feroz derrumbe en las ventas de
autos, mientras todo indica que el país se encamina a cumplir el
peor año para la actividad desde el 2002.
En mayo, las ventas de cero kilómetro se derrumbaron 36 por
ciento y un camino similar vienen recorriendo los vehículos
usados, arrastrados por el impacto en los autos nuevos.
Como suele ocurrir, para que semejante caída se produzca
debieron alinearse los planetas, ya que al impuestazo aplicado por
el ministro Axel Kicillof desde enero a los autos de alta gama se
le sumó una fuerte retracción en las compras desde Brasil, que
ahora se intenta remontar.
Con ese gravamen, el gobierno buscó desalentar la venta de
estos vehículos, cuya importación contribuía a erosionar las
reservas del Banco Central.
Pero la jugada no tuvo en cuenta que la drástica suba de
precios en los autos de alta gama arrastraría al resto del parque
automotor, que también subió sus valores.
Y no sólo eso: en lo que fue un doble error de cálculo, los
aumentos también se extendieron a los vehículos usados.
En menos de un mes, la industria automotriz pisó el freno,
cuando venía a más de 100 kilómetros por hora, por lo que el
descalabro fue de alto impacto.
En dos meses arrancaron las suspensiones de operarios por
acumulación de stocks, las presiones del gobierno para bajar los
precios y los reclamos de las automotrices para que Argentina y
Brasil implementen una estrategia que permita salir del
atolladero.
El problema es que más allá de los planes que se vienen, como
un anuncio de mayor financiamiento para el sector, se teme que
tendrán bajo impacto para compensar lo que ya se considera un
semestre perdido.
Las terminales automotrices emplean a poco más de 100 mil
operarios pero todo el complejo, que incluye autopartistas,
industria del plástico y del vidrio, y todo lo vinculado con la
actividad, emplea a más de un millón de personas, lo que da una
idea de la magnitud del problema.
En las terminales reina el pesimismo y ya creen que 2014 se
parecerá demasiado a un "año perdido" para el sector.
En el gremio son más optimistas: "Creemos que a partir de julio
esto se empieza a normalizar, lo importante es mantener los
puestos de trabajo", le dijo a NA Ricardo Pignanelli, a quien las
bases presionan preocupadas por la caída.
No es el único frente de conflicto para el dirigente que
sucedió a José Rodríguez y que es un sindicalista peronista
clásico.
Las asociaciones de base que responden al Partido Obrero están
avanzando en su gremio, como se demostró en el conflicto de la
autopartista Gestamp, de Escobar, y le disputan milímetro a
milímetro la representatividad gremial.
Se esperan nuevos choques entre el SMATA y el PO en las
próximas semanas, en medio de esta disputa, y por eso el sindicato
de mecánicos aguarda ansioso que el gobierno logre frenar la crisis.
En la semana los ministros Kicillof y Giorgi cerrarán el
acuerdo con Brasil: el próximo 11 de junio se firmaría un nuevo
acuerdo automotor que le permitirá a la industria local importar
1,6 dólar en piezas o autos, por cada dólar que exporte a ese
destino.
El acuerdo sería de un año, ya que el gobierno argentino
pretende garantías de su par para equilibrar la balanza comercial
que es fuertemente negativa, para firmar un tratado de largo
plazo.
La nueva constitución del "flex" que negocia la Argentina con
Brasil se limita exclusivamente al valor efectivo de piezas y
componentes en los autos.
En la anterior versión, que le permitía a la Argentina importar
1,95 por cada dólar exportado, se incorporaba el valor de los
sueldos y gastos de publicidad y marketing, lo cual dejaba abierta
la posibilidad a las empresas a contratar menos proveedores locales.
El convenio constituirá apenas un bálsamo para el problema de
fondo que atraviesa la economía argentina desde hace años, y que
se agravó tras la devaluación de enero último.
Argentina se convirtió en un país inflacionario y cuando los
precios se disparan, como viene ocurriendo desde hace más de
cuatro años, encarrilar la economía se vuelve un desafío ciclópeo.