La
devaluación de Brasil encendió alarmas en sectores de la
producción y pone a la Argentina ante una nueva encrucijada.
La negativa de Axel Kicillof a corregir el retraso cambiario
lleva a muchos a recordarle que entre 1998 y 1999 ocurrió algo
similar en la siempre tensa relación entre los principales socios
del Mercosur.
En aquellos tiempos, la tozudez por mantener la convertibilidad
en la Argentina fue la antesala de una crisis sin precedentes que
derivó en la debacle de fines del 2001.
Devaluar es una de las peores pesadillas para cualquier
gobierno, porque impacta sobre el bolsillo de millones de personas
y evapora el capital político de cualquier administración. Es
decir, es una medida piantavotos.
Todo indica que, a nueve meses de dejar el poder, la presidenta
Cristina Fernández no autorizará otro ajuste del tipo de cambio
como el realizado en enero de 2014, y preferirá dejarle el
"trabajo sucio" a la próxima administración. El mismo camino
recorrería con el cepo cambiario.
En 1999, la certeza de que Eduardo Duhalde aplicaría una
devaluación para devolverle competitividad a la economía terminó
de sepultar cualquier chance de que el peronismo triunfara en esas
elecciones y originó que fuese vencido por el radical Fernando de
la Rúa.
El líder de la Alianza había prometido a los argentinos
endeudados que mantendría el tipo de cambio uno a uno entre peso y
dólar, lo cual fue un factor determinante de su triunfo.
Dos años después, en medio de una crisis social que dejó más de
una veintena de muertos, De la Rúa dejaba la Casa Rosada en
helicóptero, con un país cuyas arcas estaban quebradas y sufría un
25 por ciento de desempleo en un escenario de descomposición
social.
Días después, y tras varios presidentes que pasaron en diez
días de furia, Eduardo Duhalde asumía el poder y aplicaba a las
apuradas y sin anestesia una salida desprolija de la
convertibilidad, obligado por las circunstancias.
Así y todo pudo sentar las bases para que el kirchnerismo
aprovechara que el ajuste ya estaba hecho para iniciar una fase de
expansión que duró una década.
El actual escenario económico y social de la Argentina está a
años luz de aquella experiencia traumática, pero la historia
podría ser útil para pensar cuál es el camino que más le conviene
recorrer a la Argentina en esta coyuntura.
Kicillof, un ministro que podría ser candidato, tiene otro
diagnóstico: dice que quienes hablan de "atraso cambiario" se
equivocan.
Y lo explica así: "Dicen que Brasil devaluó 25% desde julio y
Argentina sólo 6% desde ese mes, pero no tienen en cuenta que
tuvimos un corrimiento de más del 20% en enero (de 2014) y
entonces en realidad estamos en un 30%", razona.
El ministro buscó capitalizar políticamente la situación en
Brasil, al sostener que ante un gobierno de Dilma Rousseff que
"devalúa violentamente", la Argentina debe "evitar la
inestabilidad, dar certidumbre".
El valor del dólar en Brasil viene subiendo fuerte y ya tocó
los 3 reales en medio de una disputa política interna por la
aplicación de un ajuste para contener el incremento doméstico de
precios.
Para los expertos que siguen el día de la relación entre la
Argentina y Brasil, como Dante Sica, la situación tiene matices
diferenciadores de 1999, pero no está exenta de riesgos.
Tal vez, más que prestarle tanta atención al retraso cambiario,
la próxima administración deberá seguir otro tema relevante:
Brasil va camino de una recesión, que incluiría una caída de casi
1 por ciento en el 2015, lo cual podría tener un fuerte impacto
sobre una economía argentina que no remonta.