Locales

Bonfatti vuelve a la escena política con una precandidatura a diputado

En julio de 2011, Antonio Bonfatti se convertía en el gobernador electo de Santa Fe tras imponerse en las elecciones provinciales a Miguel Del Sel, candidato del PRO, y a Agustín Rossi -del Frente de Todos-, el mismo que hoy es precandidato a vicepresidente de la Nación. 
Doce años después, casualmente en julio, Antonio transita el último tramo de la campaña que lo tiene como precandidato a diputado provincial por la lista "Acuerdo Progresista", del Frente Unidos para Cambiar Santa Fe. Se encuentra en la misma categoría con la que alcanzó un triunfo apabullante en junio de 2015 y le permitió pasar de la Casa Gris a la Legislatura sin escalas.
Entonces, como actor protagónico de los tres gobiernos del Frente Progresista entre 2007 y 2019 conoce el territorio de la Provincia "a fondo". Afirma que tiene la experiencia y la fortaleza para continuar en la lucha para que los santafesinos accedan a una educación de calidad, a la salud, al suelo y a la vivienda. 
"Estoy muy preocupado por el transcurso de la política por estos días, de gente que no estudia, que no tiene contacto con la realidad. Yo a algunos candidatos le preguntaría si conocen por ejemplo la capital del departamento General Obligado. La provincia es muy compleja, muy grande, con realidades tan diferentes. Hay que saber escuchar a la gente, después opinar. Si ganan los buenos, gana la gente", sostiene durante una amplia entrevista desde su casa en Rosario, que comparte con su esposa Silvia, en la que habló de política y de sus asuntos en esta vida, como la familia y los amigos. 
Ante el pedido para que se presente y diga quién es, responde que "soy una persona que tuvo una hermosa familia, una educación brillante tanto primaria como secundaria, y una pasión desde muy chiquito por ser médico".
- ¿Ese Antonio de hoy cuánto se parece al niño que alguna vez fue?
- Se parece mucho. Siempre idealizando cosas, soñando. Tuve una infancia feliz, de mucho juego. Mi casa era tan grande. Mi papá tenía carpintería y tenía un galpón gigante y un patio inmenso donde se estacionaba la madera. Entonces todos los chicos del barrio venían a jugar a mi casa, era como el club del barrio. Hay tantos recuerdos de fútbol, de jugar a las bolitas. Hacíamos juguetes en la carpintería, nos cortábamos también a veces algún dedo. Jugábamos al básquet, al carnaval con los chicos y las chicas del barrio. Jugábamos con agua y harina. Los superhéroes de aquella época eran los cowboys, jugábamos con los soldaditos.
A su familia paterna la definió como "muy unida, con tres hermanas y padres muy presentes". De su papá dice haber heredado la responsabilidad. De su mamá, la pasión por el orden. Se le quiebra la voz cuando comienza a hablar de ella. Dice que siempre tenía la casa brillante, hermosa, cuidada, muy aseada, le importaba que el pantalón tuviera la raya bien marcada, las camisas bien planchadas. Cuenta que falleció recientemente: "Le faltaban 41 días para los 100 años, estuvo lúcida hasta el último minuto. Una mujer extraordinaria, y al tanto de todo lo que ocurría en el mundo".
Asegura que la familia es todo, la define como “el ancla”. “Tenemos 6 nietos, cuatro hijos varones y dos hijas del corazón, -“de Silvia, mi mujer-", cuenta para luego aclarar que “nos juntamos los domingos, entre semana por allí también, y en la semana voy a visitar al más chiquitito, que me tiene loco, tiene dos años”.
De su esposa dice admirar "la tenacidad, la inteligencia y su belleza, porque me encanta". En el tono de esa respuesta no deja ninguna duda de todo el compañerismo que los une. Y con esa amorosidad nos habla ahora de los hijos: “ellos me enseñaron música, cine, tecnología, y ayudaron a soltarme un poco, a deconstruirme, porque a veces uno tiene una formación de una época en que había bastante rigidez”. Reconoce que crió a los hijos para ser felices y libres: “El más grande es médico, y se fue a vivir a Bariloche. Es traumatólogo. El que le sigue estudió abogacía, llegó a quinto año, tenía promedio 10 y un día me dijo ‘papá esto no es para mí, lo mío es la música’. Y estudió música, da clases, y tiene dos bandas “Los cuentos de la buena pipa” y “Colorico Coloquio”. El tercero hizo Bellas Artes, estudió historia y se fue a Estados unidos. Se dedica a hacer tatuajes. Se casó con una chica allá y está feliz. Y el cuarto, el más chico, es mago, vive de la magia y está a punto de recibirse de antropólogo”.
- ¿Cuándo comienza a militar en política?
- El bichito de la política se prende cuando empecé a comprender cosas. Haciendo las materias ya de la etapa clínica, en la Facultad de Medicina. Veía que siempre volvían a la consulta las mismas personas. Y entonces nos preguntábamos ‘bueno, erramos el diagnóstico, no la pegamos con el tratamiento. No, lo que pasaba era que no tenían agua potable, no tenían cloacas, muchos eran obreros del frigorífico, que trabajaban en cámaras con temperaturas muy bajas. Hacían tuberculosis. Entonces uno va a atender a alguien en un consultorio, pero las enfermedades son producto de muchas carencias sociales. Ahí empecé un poco a entender la complejidad del fenómeno de lo que es la salud, que no es un hecho individual, es un hecho colectivo. Y eran los años 70. En el 72 me afilié al partido socialista que se fundaba recién ahí. Y empecé a militar en el centro de estudiantes, después fui delegado en sexto año, participamos de la renovación del Plan de Estudios de la Facultad de Medicina.
- ¿Y cómo llega Hermes Binner a su vida?
- En el Centro de Estudiantes un día aparece un flaco que volvía de Buenos Aires de hacer la residencia en anestesiología, y me va a buscar para invitarme a trabajar en un Centro de Salud en lo que hoy es barrio La Tablada. Porque yo estaba ya cursando los últimos años y quería que alguien lo acompañara a trabajar, gratis obviamente. Era un centro de vecinos, no era ni municipal, nada por el estilo. Y ahí empezamos las primeras armas de la salud pública, bajando libros de biblioteca, consultando con distintos actores que estaban involucrados desde la Asociación Médica con el tema salud pública. Hemos compartido todo, hemos caminado juntos. Hemos compartido el gobierno porque él me invita a ser su secretario de salud cuando asume como intendente de Rosario, después fui secretario de gobierno, y bueno, después ministro de su gabinete, y así seguimos…
- ¿Cuánto habrá sufrido Antonio por la política?
- Muchísimo, muchísimo porque uno se entrega con todo lo que puede para modificar las cosas y es algo que me pone muy mal. Porque uno puede recibir una crítica por ser mal o buen gobernador, cada uno con las responsabilidades que nos van tocando. Pero nunca dudar de la honestidad. Y cuando veo o escucho a algunos que apelan a la difamación personal ahí sí que me vuelvo loco. Porque si hay algo que voy a cuidar como cuidar las manos es la honestidad. Por eso, escuchar a veces algunos adjetivos que han usado contra mí me dejan sin dormir muchas noches. Hay personas que uno quisiera que si hay justicia de alguna forma la paguen, porque por más que uno lo ha aclarado siguen insistiendo, entonces hay perversidad en eso.
- ¿Qué virtud le reconocen los más íntimos y que le han criticado?
- Ser alguien confiable cuando doy una palabra de algo, yo cumplo y tengo mucha responsabilidad en las cosas que asumo. Y algunos se quejan porque me dicen ‘te reís poco’, y creo que esos me conocen poco, porque yo tengo facilidad para las dos cosas: para el llanto pero también para la risa.
- ¿Su lugar en el mundo?
- Esta casa, porque la disfruto. Porque tengo un jardín hermoso, un tallercito de carpintería -heredé de mi padre todas sus herramientas, su banco-, porque es el lugar donde nos encontramos con la familia. Y bueno obviamente siempre hay otros espacios que siempre traen muchos recuerdos. Mi papá tenía una casa en Córdoba. Y pasar por esa casa en La Falda me emociona. O cuando vuelvo a Las Parejas, donde viví tantos años también. Ahí nacieron mis hijos, el mayor tenía 13 años cuando volvimos y el más chico 7.
- ¿Cómo ve a la juventud? Cómo ve el futuro?
- Lamentablemente veo, no en Argentina, en el mundo, una sociedad muy viviendo el presente y muy permeada por la sociedad de consumo. Entonces ahí los valores, hay poca identidad colectiva, mucho deseo de tener, tener y siendo que lo más importante es ser. Esto tiene mucho que ver con lo que nos está pasando: la pérdida de la calidad institucional, la pérdida de la participación, la degradación de la política.
- ¿Le gustaría que sus nietos transiten el camino de la política?
- Son circunstancias que se dan en la vida. No creo que eso de porque “el hijo de”, creo que lo que hay que enseñarles a los chicos es a amar la libertad y hacer lo que les gusta.
- ¿Recuerda los deseos que pidió al soplar las velitas en su último cumpleaños?
- Seguro uno fue salud para mi familia, y otro poder brindarle bienestar a la gente. Eso también, porque yo jamás accedí a un cargo porque se me ocurrió. Siempre se fueron dando situaciones, pero siempre pensando en hacerle un bien al otro y mejorarle la vida a la gente, de eso estoy seguro.

Autor: REDACCION

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