Suplemento Economía

Blanquear la economía, bajar impuestos y elevar la productividad: ¿una utopía?

FOTO ARCHIVO NA DUJOVNE. Llegó con el desafío de rehacer el sistema tributario argentino.

Tras

considerar un "gran éxito" el Sinceramiento Fiscal, que ya superó

los 100.000 millones de dólares y podría llegar a 120.000 millones

o más a fines de marzo, el Gobierno busca crear las condiciones

para blanquear la economía, bajar impuestos y aumentar la

productividad.

Para ello necesita subir la recaudación en forma sostenida a

partir de un fuerte combate a la economía en negro, que según sea

la fuente de consulta se ubica en el 30 o el 40 por ciento del

Producto Bruto.

El desembarco de Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda

no sólo persigue el objetivo de reducir el déficit fiscal mediante

una evaluación minuciosa sobre en qué gasta el Estado y cuánto

rinde cada peso que se pone en un programa de gobierno.

Es un hecho que impulsará cambios en Ingresos Brutos -para lo

cual necesitará mostrar artes de negociador con las provincias y

pedir ayuda al conciliador ministro del Interior, Rogelio

Frigerio-, el impuesto al cheque, el nivel del IVA y el de aportes

patronales, entre otros tributos.


Mauricio Macri dijo que "el impuesto al trabajo perjudica

mucho, por algo tenemos casi la mitad de la población trabajando

en negro".

Y fijó el objetivo de encarar una reforma tributaria que

incorpore más trabajadores al sistema formal, por motivos de

equidad y para aumentar la base de recaudación.

"Uno de nuestros principales objetivos es reducir los impuestos

distorsivos", dijo Dujovne.


La meta final de la administración de Macri sería ir a fondo

con una reforma tributaria que permita eliminar los impuestos

distorsivos que le restan competitividad a la economía argentina.

Los expertos señalan que con una presión tributaria del 40% es

cada vez más chico el margen para trabajar que tiene la nueva

administración.

También sostienen que la fuerza laboral argentina tiene

salarios de países con ingresos medios, pero su nivel de

productividad es bajo, con alto ausentismo, y asimilable a la de

trabajadores de economías con menos ingresos.


La consultora Abeceb elaboró un ranking que estudia la

competitividad del sector manufacturero según los costos laborales

y la productividad.

Sobre 26 economías, la industria argentina se ubica penúltima,

solo delante de Brasil, que arrastra hace más de un año un

panorama de recesión de la cual recién ahora da indicios de

empezar a salir.

Esta medición incluye a los sectores dedicados a la

transformación de materias primas en productos elaborados o

productos terminados para su distribución y consumo.


Los expertos coinciden en que la pérdida de competitividad de

la economía argentina lleva más de medio siglo.

Una comparación elaborada por la propia Abeceb arroja un dato llamativo: en 1950, respecto de Estados Unidos, la

Argentina tenía el 50% de su productividad, mientras que ahora

llega a menos del 30%.


Desde 2004, de acuerdo con el informe, la Argentina mantiene un

nivel de productividad casi estanco, al igual que Brasil, mientras

que la mayoría de los países (Alemania o Australia, por caso)

fueron progresando o incluso duplicaron su productividad, como es

el caso de Corea.


La Argentina necesita invertir en maquinarias más modernas y

dispuestas para gente más capacitada, construir infraestructura,

reducir la burocracia, bajar la carga impositiva y educar mejor.

Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL, coincide con la

necesidad de bajar los impuestos al trabajo dentro de un esquema

de reforma tributaria.

Pero explicó que para alcanzar ese objetivo convendría mostrar

un mejora significativa en el plano fiscal y por ello una de las

discusiones que se viene en el gobierno está vinculada con la

rebaja del IVA. La Argentina tiene una tasa del 21%, una de las más altas del

mundo: no siempre fue así, ya que ese impuesto llegó a estar en el

13% en 1990, pero Domingo Cavallo lo subió al 18% en 1992.

En abril de 1995 alcanzó la tasa del 21% que quedó hasta la

actualidad y ningún gobierno se animó a bajar por temor a

desfinanciar aún más las deficitarias cuentas públicas.

Aplicado por primera vez durante el breve gobierno de Estela

Martínez de Perón en 1975, el IVA surgió para evitar la distorsión

de los impuestos a las ventas en cascada, que encarecían los

costos de producción.

Pero la voracidad y las urgencias fiscales de las

administraciones provinciales, y sobre todo de los municipios,

hizo que la sobreimposición de gravámenes se multiplicara, hasta

llegar a la actualidad a una situación compleja, con impuestos y

tasas de todo tipo, que perjudican la competitividad de la

economía.


La tasa aplicable también sufrió variaciones: con la reforma

introducida en 1986 se unificó la alícuota general en el 18%,

entre 1988 y 1992 se produjeron marchas y contramarchas llegando a

descender hasta el 13% en 1990 para volver a subir hasta el 18% en

1992. A partir de abril de 1995 se incrementó la tasa hasta el 21%

vigente en la actualidad.


En los cálculos del nuevo equipo económico, el IVA tiene una

productividad muy baja, porque con una alícuota de 21 puntos

porcentuales se recauda menos de 10% del Producto Bruto.

Dujovne considera que tener una alícuota tan alta genera

evasión y prometió que será uno de los temas para ir "mirando".


El otro gravamen en la mira es el impuesto al cheque, al que se

considera un incentivo a la informalidad.

El nuevo equipo económico parece tener claro hacia dónde

apuntar con la sintonía fina que necesita la economía argentina,

pero la duda es si los tiempos políticos de un año electoral se lo

permitirán.

Autor: José Calero

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