Editorial

Aumenta la violencia policial

La actuación de las fuerzas policiales en diferentes situaciones que terminaron con la muerte de personas reabrió el debate sobre la formación que reciben los efectivos para desempeñar un rol clave: proteger la vida de las personas . Y también sobre los niveles de corrupción que se registran en el interior de las instituciones policiales y una eventual protección, connivencia o desinterés político para controlar a los agentes del orden. Al mismo tiempo, ante el aumento sostenido del delito en todas sus formas, crece el reclamo social para endurecer las políticas de seguridad, algo así como recrear mecanismos de mano dura como forma de llegar a un estado de paz y orden. En este sentido, hay planteos tanto a la policía pero en especial al sistema judicial al que se cuestiona por su flexibilidad para liberar a delincuentes y a veces escasa voluntad para investigar, una tarea por la cual reciben salarios altamente rentables en comparación a los sueldos promedio. 

Paralelamente, ante el incremento de los delitos se llenan las cárceles o alcaidías, que en su mayoría no cuentan con una infraestructura preparada para alojar a tantos internos. Rafaela es una de las ciudades donde la capacidad de su alcaidía está desbordada, lo que implica un riesgo de que se produzcan incidentes no deseados, a la vez que distrae a una mayor cantidad de efectivos policiales para su cuidado mermando el servicio de prevención en las calles. 

La problemática de seguridad, que muestra un absoluto fracaso de las políticas públicas en la materia tanto en la provincia de Santa Fe como a nivel nacional, incorporó nuevos elementos para el debate. Un caso internacional generó indignación mundial, disparó una ola de protestas, en muchos casos violentas y también dio nuevo impulso a una discusión antigua pero nunca resuelta: el asesinato de George Floyd en la ciudad estadounidense de Mineápolis. Se trató prácticamente de una ejecución pública frente a las cámaras que ni siquiera fue abortada por la filmación que hacían ciudadanos que presenciaban cuando un policía blanco presionaba con su rodilla la espalda de la víctima, un hombre afroamericano, que suplicaba porque no podía respirar. Otros tres policías completaban la escena sin intervenir y solo se preocupaban por el entorno de la situación, sin reclamar a su compañero que deje de asfixiar a Floyd. 

La exposición global de esas imágenes no solo género una súbita ola de protestas populares en Estados Unidos, que llegaron a las puertas de la Casa Blanca -la sede del gobierno federal de ese país-, sino también que las movilizaciones cruzaron las fronteras hacia Europa. Simultáneamente, deportistas de élite y artistas condenaban la situación dando así mayor exhibición a la problemática racial que persiste desde hace décadas en la sociedad norteamericana. 

Incluso desde la Argentina brotaron, desde las más altas autoridades gubernamentales, las declaraciones sobre el emblemático caso Floyd. ¿Y por casa cómo andamos? En los últimos meses se sucedieron varios crímenes a manos de policías que guardan similitudes con lo que sucedió en Mineápolis. La muerte de dos personas en comisarías de San Luis todavía está a la espera de explicaciones de las autoridades de esa provincia. Primero fue una mujer de 39 años que a principios de abril fue detenida solo por el hecho de haber sido sorprendida en la calle violando la cuarentena obligatoria vigente. Poco después fue encontrada ahorcada en una celda de la comisaría de Santa Rosa del Conlara. A fines de abril, un adolescente de 16 años también apareció ahorcado en la comisaría de Villa Mercedes, luego de haber sido detenido en las calles de esa ciudad supuestamente cuando se preparaba para cometer un delito. 

En Tucumán ocurrieron otros dos casos que conmueven a la sociedad. Primero el crimen de Luis Espinoza, el trabajador rural que desapareció durante un operativo el 15 de mayo en la localidad de Simoca y que fue encontrado seis días después muerto a tiros en Catamarca. Ocho policías tucumanos fueron detenidos por este homicidio agravado. Más recientemente, Walter Ceferino Nadal, de 43 años, fue asfixiado durante el operativo de los efectivos de la fuerza de seguridad el miércoles de la semana pasada. En principio y según la versión policial, la víctima había intentado robar en un comercio y luego fue perseguido, capturado y en ese momento un policía le coloca la rodilla sobre la espalda, en una situación que recuerda la muerte de Floyd. "Me falta el aire, me falta el aire", alcanzó a decir Nadal al policía que lo detenía con la rodilla sobre la nuca. Poco después murió. 

En Santa Fe, la corrupción policial también existe. En estos días se juzga a ex altos jefes de la institución por falsear arreglos de patrulleros para quedarse con dinero público. Otro escándalo se generó al descubrirse que una comisaría de la capital provincial cobraba estacionamiento. Evidentemente, queda mucho por hacer. 



Autor: REDACCION

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