El edadismo es una forma de discriminación por edad que sufren muchas personas mayores. “Es un comportamiento social que afecta a cómo nos sentimos, cómo pensamos y cómo actuamos. Son unos estereotipos ya establecidos sobre las personas mayores”, explica Isabel Martínez, presidenta de HelpAge International España.
“El edadismo, además, se manifiesta en todos los ámbitos. Se produce a nivel institucional con comportamientos por parte de las administraciones públicas que son edadistas, como por ejemplo negar la participación en una mesa electoral por tener más de 70 años”, asegura Isabel Martínez.
El edadismo se materializa en palabras como “anciano”, “viejo” o “senil”, que a menudo se emplean en un sentido peyorativo y obligan a pensar que las personas mayores son siempre frágiles y dependientes.
“También, evidentemente, se produce edadismo a nivel familiar”, alerta Isabel Martínez. “Por ejemplo, cuando dejamos de preguntarles por su deseo o sus preferencias sobre dónde o cómo quieren vivir, qué se quieren poner de ropa o dónde les apetece ir de vacaciones”, describe.
LAS CONSECUENCIAS EN
PERSONAS MAYORES
El edadismo tiene graves repercusiones en todos los aspectos de la salud. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que afecta a la salud física, mental y social, y tiene también efectos económicos.
“El extremo más grave que puede provocar el edadismo es cuando esa discriminación o trato desigual que hacemos a las personas mayores se traduce en maltrato y en abuso. Me refiero a maltrato físico, pero también psicológico”, detalla Isabel Martínez.
Se publicó en noviembre de 2012 un estudio en Estados Unidos bajo el título Asociación entre los estereotipos positivos sobre la edad y la recuperación de la discapacidad en las personas mayores. En él, los investigadores concluyeron que las personas mayores que no tenían prejuicios negativos sobre la edad tenían más de un 40% más de probabilidades de recuperarse de una enfermedad o discapacidad grave que los que sí tenían esos prejuicios.
La OMS también advierte de que todos los estudios que recoge la organización muestran que las personas que han sufrido edadismo tienen una mayor probabilidad de adoptar comportamientos de riesgo para su propia salud, como seguir una alimentación poco saludable, no tomar la medicación según lo prescrito, consumir alcohol en exceso o fumar, o incluso una combinación de ambas.
“Con comportamientos edadistas se atenta directamente contra la calidad de vida y el bienestar físico y emocional de las personas mayores, lo que influye en un mayor aislamiento y en una mayor soledad no deseada”, apunta. “Y por supuesto, también afecta a la pobreza porque tienes menos capacidad de acceder a bienes y servicios”, insiste.
CÓMO CONTRIBUIR A
REDUCIR EL EDADISMO
Según explica Isabel Martínez, “el edadismo hacia las personas mayores todavía es un fenómeno invisibilizado del que nadie habla”.
“Por ese mismo motivo, no actuamos contra él de manera consecuente. Hace falta muchísima más sensibilización, que se traduzca en concienciación y que esa concienciación se traduzca luego en una modificación de nuestros comportamientos sociales”, explica.
La Universidad Miguel Hernández publicó una serie de recomendaciones para reducir el edadismo. La primera y más importante es disociar vejez de enfermedad. Se tiende a pensar que la mayoría de las personas mayores están enfermas, mientras que los datos muestran que a partir de los 65 más de la mitad de los hombres (el 63,2%) gozan de buena salud hasta que fallecen. El dato baja al 51,5% en el caso de las mujeres, según publica el Instituto Nacional de Estadística (INE).
En segundo lugar, es importante fomentar el contacto intergeneracional para enriquecer los vínculos y el conocimiento mutuo. En tercer lugar, la universidad pide prestar atención a las capacidades del individuo, porque todas las personas tienen limitaciones con independencia de su edad.
Por último, se aconseja estimular sus habilidades y fomentar su autonomía personal. Para ello, hay que abandonar el lenguaje infantilizado y las actitudes de sobreprotección que infravaloran y menosprecian sus capacidades físicas y mentales, explica la universidad.