La
deuda externa fue una feroz herencia económica recibida por el
gobierno, acompañada por el abismo social en que había caído la
población, con niveles de pobreza que orillaban el 50 por ciento y
un desempleo que afectaba a una de cada cuatro personas en
condiciones de trabajar.
Aquella hecatombe que hizo eclosión a fines del 2001 seguirá
marcando al futuro de varias generaciones -a pesar de que, por
ejemplo, el kirchnerismo canceló en un pago las obligaciones con
el FMI-, pero en lo inmediato ya impacta sobre un aumento en los
niveles de deuda, por el pago de intereses.
El fallo del juez Griesa a favor de los fondos buitre y demás
bonistas que no aceptaron los canjes ya suma U$S 1.650 millones,
de los cuales el 74% son intereses caídos y punitorios.
Originalmente la deuda sumaba U$S 428 millones, pero por el
peso de los intereses se multiplicó por casi cuatro, según
proyecciones realizadas por el Estudio Bein, principal asesor del
gobernador Daniel Scioli.
De los U$S 428 millones, una parte son bonos o cupones de bonos
que aún no vencieron, pero al declararse el default, se tornó
exigible todo lo adeudado, tanto lo vencido como lo que estaba por
vencer.
En noviembre de 2012, con el fallo en firme, el monto de la
sentencia sumaba U$S 1.330 millones, pero un año y medio después
se sumaron intereses caídos y punitorios por U$S 320 millones,
elevando la sentencia a U$S 1.650 millones.
Como teme el ministro Axel Kicillof, si toda la deuda en
default se actualizara en los mismos términos del fallo Griesa,
los U$S 1.650 millones se transforman en U$S 15.000 millones
considerando únicamente la deuda con legislación Nueva York y en
U$S 22.000 millones si se tomara el total en default.
Los acuerdos en los Tribunales del CIADI, Club de París, Repsol
y ahora los holdouts suman pagos de deuda por U$S 1.010 millones
de aquí a fin de año y otros U$S 3.090 millones en 2015.
Los vencimientos totales de deuda sumarían U$S 14.880 millones
hasta el fin del mandato de Cristina Kirchner.
Entre 2016 y 2019 el próximo Gobierno tendrá que afrontar pagos
por U$S 33.000 millones, más los servicios de deuda de los
eventuales créditos para financiar el bache 2014/15.
Es la lógica de hierro de la especulación financiera
internacional, que tuvo a la Argentina como una de sus víctimas
más caracterizadas, con la complicidad o impericia de gobiernos
que no escatimaron en endeudarse para detentar el poder político,
en un esquema que tuvo su inicio en la última dictadura, pero que
se continuó reproduciendo en las décadas siguientes.
La lógica de la deuda explica en buena medida el sustento del
capitalismo financiero transnacional, y entre los países más
endeudados del mundo se ubica Estados Unidos, que ya sufrió dos
parálisis de su administración pública como consecuencia de que el
Congreso no autorizaba seguir amplificando la estratosférica deuda
de ese país.
Los dos canjes de deuda realizados por la Argentina le
permitieron concretar una pronunciada quita de obligaciones y
estirar vencimientos, con una adhesión del 92,4 por ciento de los
bonistas.
Ahora, los fallos favorables a los fondos buitre ponen al país
ante una encrucijada, de la cual seguramente saldrá pagando lo
reclamado pero de tal manera de no provocar la quiebra de las
alicaídas cuentas del país.
El gobierno busca cerrar muchos asuntos pendientes que dejó
congelados por una década.
Así, en un semestre compensó cinco juicios en el CIADI,
indemnizó a Repsol y acordó un plan de pagos con el Club de París.
Para ello, emitió deuda externa (lo que no hacía desde 2008)
por US$ 15.600 millones.
Será el próximo ciclo político el que se haga cargo de la mayor
parte de estos acuerdos (la mitad de los nuevos servicios cae en
2016-2019).
Según datos de Ecolatina, por el momento las acciones sólo
generaron un aumento de la deuda en moneda extranjera (con
privados y organismos) de 4% del PBI y una necesidad adicional de
divisas de U$S 2.300 M para 2014-2015.
Solucionar el caso de los holdouts se plantea entonces como el
último escollo para conseguir dólares financieros que
neutralizaran los pagos públicos externos (originales y nuevos).
El monto global de holdouts (U$S 15.000 M-U$S 20.000 M) es
equivalente a lo que el gobierno ya normalizó en 2014, y la
demanda en Nueva York representa apenas 10% de ese monto.
Visto de esta manera, y suponiendo que el plan A era negociar
en 2015 (sin el problema de la cláusula RUFO), no parecía un
obstáculo insalvable, y menos aún el eventual causal de un
escenario de default.
El gran problema es que el rechazo de la Corte acotó los
desenlaces posibles a un partido muy desfavorable para la
Argentina.
Con los fallos de primera y segunda instancia, las opciones de
los holdouts se reducían a ganar todo (cobrar ahora) o
ganar menos (esperar a 2015) si la Corte Suprema tomaba el caso o
le pedía opinión al Procurador General de EE.UU.
Para Argentina, los fallos eliminaron definitivamente la
posibilidad de ganar (no pagar o que ingresen al canje).
La alternativa de cambiar la jurisdicción de los bonos fue
descartada por ser imposible fácticamente (requería de 85% de
consenso y de un desacato de instituciones americanas a la
justicia de su país).
Según se especula, la Argentina piensa en una propuesta que le
permita superar la cláusula RUFO de los bonos de la deuda
reestructurada, que habilita a los bonistas que entraron al canje
a elegir igualdad de trato si la Argentina mejor la oferta a los
holdouts.
La clave estará en dar a los fondos buitre una especie de
"pagaré no negociable" con fecha 2015.
Ese pagaré obviamente sería no negociable y recién podría
ejecutarse en el 2015, muy probablemente a cambios de bonos de la
deuda.
El esquema tendría puntos de contacto con los títulos dados a
Repsol por la estatización de YPF y que los españoles vendieron
con rapidez.
La gran duda es si el juez Griesa tendrá voluntad de
rehabilitar la medida cautelar o "stay" que posibilite esa
operación.
Mientras tanto, la Argentina y los fondos esperan que el juez
de Nueva York contribuya a destrabar este coletazo del default del
siglo, como parecen intuir los mercados financieros, que vienen
haciendo subir los bonos argentinos.
Se nota cansancio entre las partes tras una pulseada
interminable. Tal vez también lo haya en un juez que luce cada vez
más malhumorado y parece aguardar que termine esta causa para ir a
disfrutar su vejez lo antes posible.