La Argentina es uno de los países menos competitivos del mundo según un ránking internacional que mide fortalezas y economías de las naciones, desde el escenario económico hasta la seguridad jurídica y la calidad de las instituciones. El elevado nivel de inflación que se registra en el país es uno de los principales factores que conspira contra la competitividad de las empresas, porque genera una enorme incertidumbre en el momento de calcular costos y realizar proyecciones. Esta situación se agrava cuando la política cambiaria del Gobierno mantiene una actitud pasiva al alza de los precios internos, lo que resta rentabilidad principalmente a los exportadores.
Después de una década supuestamente ganada, el Indice Global de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial, refleja otra realidad. El país viene perdiendo posiciones en los últimos años y ya está por debajo del centésimo puesto, muy por detrás de sus principales socios regionales. Este resultado negativo adquiere un significado aún más adverso teniendo en cuenta que en un gran tramo de la última década el contexto internacional se caracterizó por tener viento de cola para las economías emergentes principalmente por los buenos precios de las materias primas.
En síntesis, los principales problemas que advierte este Indice son la inflación, las regulaciones en materia de moneda extranjera, la corrupción, el acceso al financiamiento y la ineficiencia de la burocracia estatal, en ese orden.
El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) analizó el tema en su último reporte, en el que sostiene que la Argentina ha pasado desde una posición de liderazgo a quedar rezagada en la región de Sudamérica. Desde una perspectiva pedagógica, explica que "la competitividad refleja la capacidad de la población para producir bienes y servicios de alta calidad al más bajo costo". Y añade que "tiene suma importancia social ya que a mayor competitividad aumenta la capacidad para crear empleos de calidad con altos salarios reales y el financiamiento para sustentar un Estado de bienestar moderno y equitativo; por eso, la competitividad es un tema recurrente en las agendas políticas de los países interesados en mejorar la calidad de vida de su población".
Si bien reconoce que medir la competitividad es una tarea compleja, destaca el prestigio alcanzado por el "Indice de Competitividad Global" que elabora el Foro Económico Mundial, una fundación con sede en Ginebra conocida por sus asambleas anuales llamadas "Foro de Davos". Asimismo, detalla que este indicador tiene en cuenta 12 pilares para definir la competitividad: instituciones, infraestructura, entorno macroeconómico, salud y educación primaria, educación superior, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado de trabajo, desarrollo del mercado financiero, disponibilidad tecnológica, tamaño de mercado, sofisticación de los negocios e innovación.
Tras medir la situación en 144 países cuantifica la competitividad en una escala de 1 a 7 lo que permite determinar un ránking. Con 5,7 puntos, Suiza lidera el listado mientras que Guinea figura el último puesto con 2,8 puntos. En tanto, en Sudamérica el puntaje promedio asciende a 4 puntos pero hacia adentro de la región se advierten distintas realidades. El liderazgo en competitividad lo detenta Chile con 4,6 puntos; en un nivel intermedio aparecen Brasil (4,3), Perú (4,2), Colombia (4,2) y Uruguay (4,0). Y por debajo del promedio se encuentran Argentina (3,8), Bolivia (3,8), Paraguay (3,6) y Venezuela (3,3).
"Estos datos muestran que en la región de Sudamérica prevalece una gran dispersión de niveles de competitividad. Lo más llamativo es que la Argentina aparece muy por debajo de países que en el pasado la supieron mirar como ejemplo a imitar, como son los casos de Chile, Perú o Colombia. Actualmente, la Argentina se ubica entre los países menos competitivos de la región", asegura Idesa al hacer una lectura del indicador.
La consultora concluye que "no es casualidad que se observe una alta correlación entre la posición en el índice y el nivel de desarrollo, y así como el promedio para Sudamérica es de 4, la media para Europa es de 4,8 y para Africa de 3,6.
Desde 2011 el país no hizo más que caer en un tobogán. En la medición de ese año ocupaba el puesto 85 pero ahora está en el 104 según el último Indice de septiembre de 2013. El informe también sugiere que la baja competitividad de la Argentina está fuertemente asociada a baja calidad de las intervenciones del Estado. Entre los 144 países evaluados, la Argentina aparece en los últimos lugares en temas como desviación de fondos públicos, favoritismo en las decisiones de los funcionarios estatales, derroche de gasto público, obstáculos de las regulaciones, falta de transparencia en los actos de gobierno, barreras al comercio, obstáculos a la inversión extranjera y trabas al comercio exterior, agrega Idesa.
"Estos datos alertan sobre la importancia de no subestimar el nivel de degradación institucional en el que ha caído la Argentina", se lamenta al final la consultora en el reporte.