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Argentina debutó con una muy esforzada victoria frente a Hungría en el Mundial '78

Por Víctor Hugo Fux

En mi columna del viernes anterior, hice referencia a los trámites que debimos llevar a cabo en la subsede Rosario, para gestionar las acreditaciones que nos permitirían a los enviados de La Opinión -Emilio J. Grande, Roberto J. Actis y quien ésto suscribe- realizar la cobertura periodística del Mundial '78.

También reflejé lo observado el 1° de junio en la ceremonia inaugural y en el primer encuentro del certamen, entre Alemania y Polonia, que finalizó con un inexpresivo empate sin goles.

Luego de alojarse aquella noche en el Hotel Hispano, de Avenida de Mayo al 800, al día siguiente regresé al estadio Monumental, para asistir al debut de la selección argentina, que el viernes 2 de junio, a partir de las 19:15, se vería las caras con Hungría.

Desde la organización de la Copa del Mundo y en el imponente autotrol, se informó que más de 70.000 espectadores colmaban durante esa memorable jornada, todas las bandejas de la remozada cancha de River Plate.

La euforia y el optimismo se manifestaban desde cada uno de los rincones. En ese encuentro se popularizó un personaje que seguiría acompañando todos los compromisos del equipo de César Luis Menotti.

Había nacido Clemente, una creación del genial Caloi, que desprovisto de brazos y con un pañuelo anudado en la cabeza, arrojaba papelitos. Así fue recibida la "albiceleste", cuando Daniel Passarella, liderando la formación, ingresó al terreno de juego.

Hungría, fue un rival muy exigente y por momentos dio la sensación que se podría llevar un buen resultado. Las miles de almas que agotaron todas las comodidades de un escenario vestido de celeste y blanco, a los 10 minutos parecieron colapsar. Tanto júbilo se apagó en un instante cuando todos los corazones se paralizaron con el gol de Karol Csapo, que puso en ventaja al conjunto europeo, en pleno round de estudio y prácticamente sin llegadas previas a los arcos.

Ese mismo público, que enmudeció luego de ese terrible mazazo emocional, renovó su aliento. Y la respuesta llegó antes que las dudas se apoderaran de aquellos 11 gladiadores que en ese atardecer porteño habían vivido, desde el arranque mismo del ansiado debut, una verdadera pesadilla.

Terminó siendo breve, felizmente, porque Leopoldo Luque, ese delantero que había sido bendecido por el "Flaco" para comandar el ataque, logró igualar, cuando había transcurrido recién el primer cuarto de hora.

El resto del partido fue controlado por Argentina, sin las aproximaciones que debían esperarse para quebrar a un adversario que esperó bien ordenado en defensa y que con esa estrategia le ponía candado a todas las intenciones del local.

El tiempo pasaría a convertirse en otro rival por su avance inexorable. Se iba agotando y todo lo bueno que elaboraba el seleccionado anfitrión en la mitad, resultaría insuficiente para inclinar definitivamente la balanza en ofensiva.

Con los ingresos del "Beto" Alonso -reclamado con insistencia por el hincha, especialmente "millonario"- y Daniel Bertoni, se buscaron nuevas opciones, para darle mayor dinamismo al medio campo y agresividad al ataque.

Y fue justamente Bertoni, el reemplazante del "Loco" Houseman, el que se encargó de provocar el último alarido de aquella noche mágica. Hubo que esperar hasta los 83' para que tanto esfuerzo tuviese su premio.

Cubiertos por los aplausos que bajaban desde los cuatro costados, aquellos hombres que tras consumarse la victoria levantaron sus brazos al cielo en un ritual que se repetiría hasta el mismísimo domingo 25 de junio, durante un puñado de minutos permanecieron en el campo de batalla. Se había dado el primer paso.

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