Como parte del informe denominado Perspectivas Económicas Mundiales elaborado por el FMI se incluye un detalle bastante optimista referido a la Argentina, estimando que una vez superada esta etapa inicial de cambios y reordenamiento durante este año, en 2017 se producirá un crecimiento de 2,8% del PBI. Concretamente, se consigna que "las medidas adoptadas por el gobierno argentino para corregir los desequilibrios macroeconómicos y las distorsiones microeconómicas han mejorado las perspectivas de crecimiento a medio plazo, pero es probable que el ajuste genere una recesión leve en 2016", razón por la cual el organismo estimó una retracción de 1% este año, pero con la expansión mencionada con anterioridad el año entrante.
De todas maneras se dejó en claro que "es difícil hacer predicciones sobre la evolución de la economía argentina en estos momentos, debido a las variantes y modificaciones que se están llevando adelante para eliminar las distorsiones existentes, aunque las reformas están generando la confianza necesaria para volver a crecer en 2017.
Un tema que no fue debidamente profundizado, y que es clave no sólo para las perspectivas económicas, sino para la gente, es el referido a la inflación, no formulándose proyección alguna para el presente año, aunque sí se mantiene un horizonte de precios muy alto, del 19,9% el año que viene, que significa varias veces la inflación promedio de los países emergentes calculada en 4,5% para 2016 y 4,2% para 2017. Metas que, en realidad, aparecen bastante alejadas de nuestras posibilidades, al menos inmediatas.
Es que dentro de estas proyecciones, y de cumplirse las mismas, nuestro país ocuparía el tercer o cuarto puesto con más inflación del mundo, detrás de Venezuela que se perfila con el 500% y Sudán del Sur con 200%, ambos descontrolados totalmente. En cuanto a la desocupación, en paralelo con la leve recesión proyectada la proyección va en aumento, pasando del 6,5% del año pasado al 7,8% para 2016, aunque con estimación en baja el año que viene al establecerse 7,4%.
En general, el crecimiento global se mantiene estancado, estando mucho más cerca de la decepción que del optimismo, quedando consecuentemente la actividad económica expuesta a riesgos negativos. Las proyecciones dan cuenta de una ligera aceleración en el crecimiento anual al 3,2%, con avance de 0,1% respecto a 2015, aunque con mayor ritmo en 2017 para llegar a 3,5% en 2017.
En cuando a China, un país cuya economía es seguida con especial atención por gran parte del resto del mundo ya que resulta determinante para el comportamiento de los precios de las materias primas, el FMI da cuenta que aunque manteniendo el crecimiento seguirá la desaceleración que viene observándose desde hace tiempo, quedando lejana aquella expansión anual de tasas de dos dígitos.
Para nuestro país en cambio, los pronósticos sostienen que se irá achicando el déficit actual de 2,8% del PBI al 1,7% este año, aunque en 2017 volvería a ampliarse a 2,2%, vaivenes que son propios de la inestabilidad como así también los cuatro años consecutivos de recesión, que aún durante un tiempo harán que se sigan pagando consecuencias.
Se trata de una perspectiva alentadora que se conoce en tiempos donde se observan las nubes tapar el sol, con ajustes de tarifas, inflación y empleos que se pierden a partir de una innegable caída de la actividad económica. Como si esto no fuera suficiente, el clima complicó la matriz productiva de varias provincias, como Santa Fe, sumando un nuevo factor negativo.
Un pantallazo sobre el enfoque mundial del comportamiento de la economía, el FMI sostiene que entre los factores que aparecen como amenazantes, aparecen los riesgos financieros y otros que no son de carácter económicos, mencionándose concretamente en cuanto al primer rubro que el año tuvo un inicio con turbulencias financiera, que a pesar de la recuperación observada, podrían repetirse debido a la tendencia mundial de políticas monetarias contractivas, lo cual incluye una salida en alza de capitales de los mercados emergentes, significando un riesgo de nuevas devaluaciones. En cuanto a otros peligros no económicos, aparece la violenta inestabilidad que tienen varios países, con Siria a la cabeza, apuntándose en tal sentido que cuanto más débil sea el crecimiento mayor será la posibilidad que se materialicen esta clase de riesgo adicionales a los estrictamente económicos y financieros.
Este es el repaso de la visión del organismo financiero internacional, luego de transcurrido el primer trimestre de 2016.