La Fiesta de la Confluencia reservó su segunda noche para escuchar músicas alternativas a los carriles centrales del pop y el rock y, en esa dinámica, la presencia de Abel Pintos como figura estelar, quien terminó ovacionado por 250 mil espectadores en Neuquén, cobró toda pertinencia en razón del carácter expansivo y ambiguo que ha adoptado su música.
Tras la explosión de Tan Biónica en la jornada apertura, siempre más proclive al desborde, Pintos es la contracara: en su noche todo es planificado, prolijo, cada elemento está donde debe y en ningún otro lugar. No promueve turbulencias ni arriba ni debajo del escenario. Con un método opuesto al de Tan Biónica, entonces, alcanzó objetivos similares.
Sea todo dicho hasta aquí para algunos como una forma de elogio y para otros un defecto; en cualquier caso, el ámbito en el que se ubicó al cantante, en la noche indie prevista en la grilla del segundo día, no pareció desatinado entre las elecciones posibles.
Con un vestuario de brillos y diseñado cual estrella del mundo del espectáculo, Pintos ofreció, como es usual, un concierto extenso, bien ensayado, con una voz cuidada para darle al público exactamente aquella prestación a la que se comprometió.
Su performance, que requiere predisposición a la escucha, fue acompañada por el público, que recibió por contrapartida un show que se extendió durante casi dos y más allá de la una de la madrugada.
Si un juvenil Abel Pintos cantaba en su momento los versos que escribieron Bebe Ponti y Horacio Benegas en Bien temprano en la grilla, Rivas supo enhebrar, en su acotada intervención, la voz dulce de la "Zamba para encontrarte" con el grito de solidaridad hacia los trabajadores del Alto Valle de Río Negro, a quienes "los arrancó la codicia/los ha olvidado el progreso". De esa forma, con la "Chacarera del Chacarero", Rivas recordó que no hay tierra sin los hombres y mujeres que la trabajan.
La segunda jornada de la Fiesta se inició, mientras se acomodaban los primeros espectadores en el predio de isla 132, con la presencia de NAFTA, una amable dosis de soul en castellano. Liderada por Magamo y con Abril Olivera y An Espil en coros bien protagónicos, la banda se integró con Simón G en teclados, Tomás Sánchez en batería y Bryan Vainberg bajista, más un DJ.
Las actuaciones de El Mató a un Policía Motorizado, en el atardecer, y la de Conociendo a Rusia, en la primera noche, no pudieron ser más contrastantes.
Conociendo a Rusia, que viene acelerada por el tren festivalero tras presentarse el sábado en el Cosquín Rock, fue exactamente lo contrario. Capitalizó el espacio, el lugar y el momento. La formación liderada por Mateo Sujatovich, con líricas accesibles pero no elementales, bastoneó la noche a partir del carisma de su frontman y estableció un vínculo estrecho con el público. TÉLAM