SUPLEMENTO ESPECIAL

¿9 de julio o 25 de mayo?

Por Norberto Galasso (Historiador). - Hace “una temeridad de años” –como solía decir Atahualpa Yupanqui refiriéndose a su niñez– asistí en mi escuela primaria a una pregunta inquietante realizada por un compañero a la maestra: “Señorita, ¿la Patria nació dos veces? ¿Tiene dos cumpleaños: el 25 de mayo y el 9 de julio?” Recuerdo también el azoramiento de la docente que rápidamente pasó a otros temas menos complejos. Sin embargo, ante la llegada de un nuevo 9 de julio, todavía aquella pregunta carece de respuesta para gran parte de los argentinos, especialmente, en los institutos de enseñanza.

Según la historia tradicional mitrista, nos independizamos el 25 de mayo de 1810, cuando fue derrocado el virrey. Para la misma historia – que todavía se sobrevive increíblemente– se declaró la independencia en Tucumán el 9 de julio de 1816. Este absurdo tiene todavía vigencia y de allí que “una historia boba” provoque el bostezo de los alumnos: habríamos vivido seis años, siendo independientes, pero ocultándolo bajo “la máscara de Fernando VII”, en base a la cual la Primera Junta juró obediencia a dicho señor, y más aún –ahora lo sabemos por testimonios de aquella época– la bandera española flameó en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1814. En relación con esto, el profesor J. C. Chiaramonte sostuvo, hace unos años, que nadie o casi nadie tenía intenciones independentistas entre los hombres de Mayo y que suponía que “la fábula” de “la máscara de Fernando VII” no se enseñaba ya en ningún colegio. Sin embargo, casi contemporáneamente, los fascículos coleccionables de Historia Argentina publicados por el Colegio Nacional Buenos Aires, bajo la dirección de Aurora Ravina, persistían en darle validez a ese supuesto ocultamiento, con lo cual se insistía en festejar el cumpleaños patriótico el 25 de mayo y después, hacer nacer a la Patria –por segunda vez– el 9 de julio.

Esta incoherencia –que se correspondía con el carácter de semicolonia inglesa que el país mantuvo hasta 1945 y la dominación oligárquica sobre la superestructura cultural, así como con la subordinación posterior al ’55 respecto del FMI (en buen romance, imperialismo yanqui)– fue destruida, sin embargo, por varios historiadores “malditos”, de esos que no tienen sillones en la Academia de la Historia, tales como Alberdi, Ugarte, Molinari, León Suárez, Narvaja, Rivera, Ramos, pero todavía no ha alcanzado la debida difusión que aclare ese interrogante peligroso de mi compañero de banco.

Autor: REDACCION

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