Notas de Opinión

22 De octubre: entre científicos y chamanes

Por Marcos J. Delfabro

Muchas veces se aplica la frase “tal cosa es o no es una ciencia” refiriéndonos a la dificultad / facilidad en la toma de una decisión de importancia. Fruto del desconocimiento esta valoración embebe al saber científico de una cuestionable aseveración: la ciencia es ininteligible, compleja y tan exclusiva como excluyente. En estas elecciones presidenciales, como nunca, nos enfrentamos al “voto ciencia”, donde tal vez primen más los “elegir bien es una ciencia” por sobre los “elegir bien no lo es”. Lo que sí es certeza es que “es una ciencia” prever resultados, márgenes, acciones y reacciones.
Sin la capacidad de búsqueda y resignificación de las cosas la ciencia nunca hubiese podido enfrentar la observancia de sus “inamovibles” axiomas. Con la chispa creativa y el permanente objetar de lo que creemos certero y taxativo arropamos lo magnífico del desconocimiento, quizás el principal alimento inspiracional del “saber” aún antes del soberbiamente pretendido “entender”. Por lo tanto no hay que temerle a la duda sino invitarla a que nos alimente con caminos para allanarla por medio de información, lectura fina, acciones, miradas y credibilidad en las promesas. Mutar la duda hacia una clarividente decisión es tan trascendental como hacer de una hipótesis una certeza. Este 2023 evidentemente la duda prima y cómo nos posicionemos frente a ella marcará la esencia de su utilidad.
Este domingo todos seremos científicos, porque nos transformaremos en verdaderos partícipes de una experiencia fascinante y tal vez única, pese a que cada dos años nos adentramos en el mismo laboratorio cívico con iguales expectativas de hacer historia, ya sea mediante el alimentar de nuevas esperanzas o con la confirmación de hipnóticos manuales, aparentemente inobjetables, de las ciencias sociales, políticas y hasta estadísticas. Todos entraremos a tientas en una oscuridad retórica de cuatro paredes y en el émbolo de nuestras decisiones, mezclaremos la efervescencia de ideas y convicciones, la pureza de dogmas o incluso los vapores del desinterés, pero a la postre, los científicos recibidos en la Universidad de la vida, Doctorados con un mismo título de identidad numerado entre millones, arribaremos a conciencia a nuestra fórmula electoral, y la verteremos en un sobre con el que confirmaremos si somos capaces de hacer ciencia partiendo de la justa duda o si seremos nosotros, una vez más, los enjaulados a merced de las pócimas narcotizantes de ungidos con poder real y figurado.
Es probable que el cielo dominical nos reciba con la bendecida lluvia, un guiño celestial alentador, haciendo al finalizar la jornada las veces de símil lágrimas de alegría para unos y de tristezas para otros. Sin embargo, no veremos gotas en nuestras mejillas si previamente al levantarnos no mojamos nuestros pies con el rocío de la emoción, por ser sabedores de la importancia democrática de “poder elegir”. Una nueva oportunidad de humedecer nuestro caminar hacia esas caras en papeletas silenciosas, las que bailaron por meses en nuestro alrededor, cual chamanes embebiendo con brebajes de persuasión, ardides, metáforas, mentiras y verdades sus perfumes de seducción. Sonrisas impostadas y miradas adustas que pusieron nuestras acciones como si los investigados fuéramos nosotros, pretendidos animales de laboratorio sobre los que experimentar límites, sedación y reacciones ante la desesperación.
Durante un día entero, los rígidos rostros fríos alineados sobre pupitres de desconocimiento que claman perdón, en algunos, oportunidad, en otros, y hasta nuevos confiares, esperarán a que nuestros pasos húmedos que lloran esperanza se detengan frente a un puñado de apellidos con mayores o menores lustres y hagan de una fórmula el elixir electoral de la pretendida victoria, como si se tratara de ganar una final, más que de firmar un contrato laboral que los obliga a rendirnos cuenta por lo que hicieron, hacen y harán.
El domingo los científicos seremos nosotros, los sonrientes seremos nosotros y los enjaulados serán ellos, los chamanes probarán de su medicina, serán los catadores de su propia comida antes de que el rey soberano llamado Pueblo los unja con la responsabilidad de un mandato: respetar la voluntad de todos, honrar la voluntad de todos, luchar en nombre de la voluntad de todos.
Estamos a escasas horas de confirmarnos protagonistas de nuestro mañana, nos enfrentaremos ante una profunda, trascendental y tal vez última oportunidad: Hacer ciencia, aún desde la duda.

(*) Licenciado en Publicidad. Productor agropecuario.

Autor: REDACCION

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