No parece importar demasiado.
Es toda una encrucijada encontrarle la punta al ovillo. Los piquetes no pueden ordenarse, mucho menos evitarse, aunque el gobierno lo haya intentado en el comienzo de su gestión. ¿Se acuerdan del protocolo de Patricia Bullrich? Fue tirado al cesto. También la justicia se mantiene al margen, por más que se violen leyes, y las fuerzas de seguridad se cuidan de actuar, pues deben esquivar piedras y palos. Si llegan a pasarse de la raya, como sucedió alguna vez, es peor el remedio que la enfermedad. Después de más de una década en que los piquetes fueron no sólo permitidos sino alentados, e incluso usados por el mismo gobierno, hoy están demasiado enquistados. Viven de los planes y subsidios. Además, más del 30 por ciento de pobreza, justifica reclamos y muchos de los pedidos.
Pero ¿usted se fijó bien quiénes hacen piquetes? Vaya y pase los que tienen necesidades extremas, a quienes de todos modos habría que ordenar de otra manera, pero también los hay para celebrar un aniversario, los empleados de bingos y casinos, por el impuesto a las ganancias aún ante la inminencia de la solución, estudiantes que piden le arreglen el techo de su escuela, minúsculos grupos que salen a pedir todo lo que les falta que es mucho, porque les cortaron la luz, científicos, meretrices, la orquesta del Colón tocando en la calle, no sería de extrañar un piquete de los que tienen plazos fijo por algún puntito más de interés. Así andamos, mucho tuvo que ver el gobierno con esos 30.000 millones que les dará a los desocupados para que tengan su propia obra social. Debe ser el único caso en el planeta que los desocupados tengan obra social y la administren. Cediendo de esta manera, se instala el criterio que hacer piquetes es la forma más directa de conseguir algo, incluso más que el trabajo, una cultura que se ve diluyendo en el tiempo. Somos 8 millones de argentinos que trabajamos para sostener a un Estado que debe atender las necesidades de 41 millones. Difícil que así ande la cosa, por ahora seguimos adelante con el endeudamiento, pero cuando alguien gasta siempre habrá otro que deberá pagar. Una ecuación simple. No alentamos un ajuste, las consecuencias siempre son más duras para los que menos tienen, eso es cantado, lo hemos pasado muchas veces, pero sin que haya razonabilidad en el ordenamiento.
¿Cómo se puede solucionar tan enorme desbarajuste? Sólo con la economía, cuando se enderece como dicen, semestre más semestre menos, haya trabajo y los elementos básicos para una vida dentro de un marco de dignidad, entonces los piquetes tal vez vayan pasando al olvido. Mientras tanto, debemos estar preparados para vivir en este tremendo desorden social, que incluso pega fuerte en lo institucional.
Los piquetes, según dicen algunos investigadores, comenzaron hace 20 años cuando Menem era presidente, siendo los primeros en Cutral-Có y Tartagal, por parte de desocupados. Tuvieron su gran expansión durante la nefasta época de De la Rúa, y luego con Néstor primero y Cristina Kirchner después tuvieron su organicidad, incorporándose a la vida diaria como movimientos legalizados. Ahora, con este nuevo gobierno, nada cambió. Tal vez Macri para esta Nochebuena le haya pedido a Papá Noel que le solucione los piquetes, y si no lo consigue, como es cosa de magia tal vez deba insistir con los Reyes Magos.
¡Feliz Navidad!